《22》

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N A R R A
A R G E N T I N A

De corazones rotos se aprende.

Caminaba a la junta de la ONU, esta vez llegando a tiempo, mirando la pantalla de mi celular con atención, las provincias poco a poco se iban acostumbrando a mi presencia y eso me alegraba mucho, ahora mismo me estaban deseando suerte en la reunión de hoy.

—Hola solecito— saludó México haciendo que yo también  lo salude.

—Salta muros— lo salude también, apoyándome en su escritorio, el estaba de pie al frente mío.

—¿Hablaste con Alemania?— pregunto relajado.

—Si— asegure de forma convincente, pero ante la mirada inquisidora de México sólo me quedo soltar la verdad— no— termine diciendo mientras miraba a otro lado.

—Ora ¿cómo qué no?— pregunto, mientras yo me levantaba y me ponía de pie, haciendo obvio la diferencia de estatura, era más alta que mi viejo, las islas me habían hecho ganar unos dos o tres centímetros más.

—Es que...¡no sé!— me tape la cara con algo de vergüenza— o sea, me llamo, pero no le conteste, me envió mensajes, pero tampoco le contesté.

—Perate ¿pasaste sin hablarle toda una semana?

En efecto, desde que lo vi en el bar con Polonia lo había ignorado. Ya había pasado una semana.

—¡Es que tenía miedo!— confesé, entonces México agarro uno de los papeles que había en su escritorio y me pegó con el mismo con gesto molesto.

—¡y no te pego con mis chanclas porque ahorita no las tengo puestas!— me reto haciendo que bufara— ¡Tenle miedo a las polillas negras, a la inflación o a la llorona, pero no a cosas pendejas ni mucho menos a gente aún más pendeja!

—¡Ya no me grites!— le grite también.

—¡No te estoy gritando!

—oigan sapos hijoeputas ¿cuándo se piensan callar? Fastidiosos malparidos, hablan hasta por el culo— nos reto Ecuador que estaba cerca.

—¡Cayese viejo lesbiano!— le grito México tomándome por los hombros haciendo que caminemos a un lugar más privado— ¿y qué piensas hacer? ¿Te lo vas a enfrentar aquí?

—No quería hablar con el por teléfono, quería hacerlo en persona, además no podíamos juntarnos porque estaba tapada de trabajo y él también— trate de justificarme.

—Wueno— dijo no tan seguro— igual te vas a tener que sentar cerca de él ¿no?— asentí levemente incómoda por ello— ¿puedes hacerlo?

—Pffff— solté un soplido luciendo despreocupada— soy Argentina papa, no le tengo miedo a nada, pechito frío, me la re banco, ese no me da miedo— y como para demostrar mi punto camine a mi lugar a paso seguro, hasta que vi a Alemania, sentado en su lugar.

Alemania se veía demasiado bueno para su propio bien, esa camisa blanca lo hacía ver bien, marcaba sus brazos y le daba forma a su cintura, su pelo estaba levemente desordenado, como si hubiera pasado su mano por el mismo, con mechones rebeldes que apuntaban a diferente direcciones, sus ojos café se veían alegres y parecían brillar, aunque quizás sólo sea el efecto de la luz, se veía relajado y tenía una paso desgarbada y natural.

Alemania me vio y me saludó sonriendo en mi dirección, esperando que me acerque, pero no podía, mi corazón se seguía acelerando y mis mejillas calentando cuando me sonreía de eso modo, junto con un amargo recuerdo que no tenía el suficiente valor como para hablarlo.

Niños buenos [#C.H 2] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora