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Todo estaba tranquilo nuevamente, ya ninguno lloraba.

Jisung terminaba de comer su media luna bajo la atenta mirada de Minho.

Estaban frente a frente otra vez, en silencio, cada uno pensando en cosas distintas y evitando decir palabra.

No todo había salido como lo tenía planeado Jisung.

Él no quería discutir y gritar, él quería hablar con tranquilidad las cosas.

Pero no era capaz de hacerlo.

— Lo siento.— dijo.— te golpeé muy fuerte.

— No, está bien.— Minho miró su brazo.— No duele. Además, me tenía merecido el golpe.

— Bobo.— susurró, dándole un sorbo a su chocolate.

Minho sonrió de lado, admirando a Jisung.

Porque no sabía si esta sería la última vez que lo vería.

Pensaba que había visto a Minho por última vez en la playa, porque no se esperaba que el menor lo buscara para hablar las cosas.

Para aclarar todo.

Para poder dejar de sufrir.

Entonces se le ocurrió una idea.

— Jisung, necesito que me acompañes a un lugar.— el menor lo miró con duda.— Es importante, por favor.

— ¿Tiene que ser ahora?— Jisung asintió.— No tengo ánimo, Minho.

— Por favor.— pidió el mayor.— Después te puedes ir si quieres, pero acompáñame.

Jisung miró los ojos suplicantes del mayor, los mismos ojos que amaba con todo su corazón.

Suspiró, asintiendo.

— Te acompañaré un rato, luego me iré.— Minho el sonrió, haciéndole sonreír también.

¿Cuánto había extrañado la sonrisa de Minho?

Demasiado, y recién lo había notado.

— Entonces vamos, no perdamos tiempo.

Jisung podía jurar que la temperatura había bajado mucho más, porque ahora tenía frío, incluso con la chaqueta de Minho encima.

Definitivamente tuvo que haberle hecho caso a Seungmin.

A su mente vinieron recuerdos de los inviernos pasados, esos donde salía con Minho a jugar con los niños y la nieve al parque, donde comenzaban a lanzarse bolas de nieve y a reír sin importarle si algún adulto los miraba raro.

Ellos estaban en su propio mundo.

También recordó las tardes en las que ambos se quedaban en la cama todo el día, viendo películas o alguna sería entretenida, tomando chocolate caliente con galletas.

Tenía ganas de volver a repetir todos esos momentos.

Inconscientemente se fue acercando al mayor, buscando algo de calidez. No se dió cuenta cuando su brazo estaba pegado al de Minho y su cabeza apoyaba en el hombro contrario.

— Si tienes mucho frío y puedo prestar está chaqueta también.— cuando escuchó la voz de Minho, fue consciente de lo cerca que estaban, así que se separó un poco.

— Si me das tu chaqueta quedarías expuesto al frío y tú te resfriarías.— le respondió.— Estoy bien, así que no te preocupes.

Siguieron caminando en silencio, un poco más separados.

engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora