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- Entonces, comencemos.

- Estoy listo.

Aclaró su garganta, y comenzó a preguntar.

- ¿Color favorito?

- Azul, negro y naranja.

- ¿Dónde nací?

- Busan.

- ¿Algo que me guste hacer?

- Bailar y cantar, pero sobre todo bailar.

- ¿Algún dato sobre mí que no mucha gente sepa?

- No te gusta estar solo y siempre quieres sentir el cariño de la gente.

- ¿Algo que me desagrade?

- Las mentiras.

Entrecerró sus ojos, y observó al mayor.

- ¿Cuál era el nombre de mi peluche favorito cuando tenía seis años?

- Nunca lo dijiste, creo.

- Sí lo hice, muchas veces, solo que tú no te acuerdas.

El mayor sonrió de lado.

- Se llamaba Berry, y le pusiste así porque te recordaba a un blue berry.

- ¿Mascota soñada?

- Un gato calicó.

- ¿Rubio o castaño?

- Rubio.

- ¿Profesión que quería estudiar cuando tenía cinco años, y quise volver a estudiar a los nueve?

- Astronauta.

- ¿Juegos de mesa o vídeo juegos?

- Vídeo juegos.

El menor pensó, pero no se le ocurrió ninguna pregunta más.

- No puedo creer que hayas contestado todo eso.

- Te dije que te conocía.

- Pensé que contestarías dos o tres como mucho, pero no esperé que las contestaras todas.

Chan sonrió.

- Sorpresa, ¿quieres preguntar algo más?

- No, no tengo más preguntas.

Chan cerró su maleta, y miró a Felix.

- Bien, la última maleta está lista.

- No pensé que tenías tanta ropa.

Felix miró las tres maletas que estaban a su lado, repletas de ropa del mayor.

- Yo tampoco lo sabía, me acabo de dar cuenta.

Ambos rieron.

- Solo me falta llamar a los compradores para que vengan por las llaves del lugar.

Felix observó la habitación, y una mueca se formó en su rostro.

Habían pasado tantas cosas en esa habitación.

Ese departamento estaba lleno de recuerdos.

Cada pared escondía un secreto de ambos, y ahora debía dejarlo.

Le daba pena, sí, pero sabía que era necesario para poder sanar su herida, y recuperar su felicidad.

- No estés triste, me vas a poner triste a mi.

- Lo siento, solo estaba recordando cosas del pasado.

- Si te veo triste no podré irme tranquilo a Japón.

- No estoy triste, solo melancólico.

- Mmm...- Chan asintió.- Como sea, iré a llamar a los compradores. Siéntete libre de pasearte por última vez.

Chan salió de la habitación, y Felix suspiró.

Decidió pasearse por la habitación, revisar cada rincón, mirar por la ventana y observar el techo.

Salió al pasillo, y pasó su mano por la pared, mirando los lugares donde antes habían fotografías de él junto a Chan.

Se miró a si mismo en el espejo del baño, y vio un cambio en él.

¿Cuántas veces había mirado el mismo espejo, y había llorado?

Salió, y recorrió el camino hasta la sala, admirando lo vacío que se veía el lugar.

Sin los muebles, sin fotografías, sin decoración.

Le recordó a la primera vez que visitó al departamento junto al mayor, ambos entusiasmados por tener un lugar donde poder vivir juntos, y recordaba lo feliz que se encontraba en ese momento, pensando en como decoraría el lugar para darle un sentimiento hogareño.

"- Compraremos sofás negros.

- Y pondremos en esa esquina una planta.

- En las paredes podemos poner nuestras fotografías.

- Y fotos con nuestros amigos."

Ahora todo eran recuerdos, recuerdos que le traían una gran tristeza.

Por que todo eso pasó bajo una gran mentira.

Una gran mentira dolorosa y terrible.

Sacudió su cabeza, sacando los pensamientos tristes.

No lloraría más por el pasado.

O eso intentaba hacer.

A pesar de todo su dolor y odio, no le gustaba la idea de que Chan se fuera del país.

No por egoísta, sino porque sentía que no había alcanzado a conocer al verdadero Bang Chan del cuál había estado enamorado hace años.

Solo esperaba que Chan pudiera cambiar, y no le hiciera más daño a la gente.

Porque conocía el dolor en persona, y no se lo deseaba a nadie.

Por él, ningún humano más sufriría dolor alguno, pero él no era un Dios, y no podía lograrlo.

- Ah, si.- Chan llamó su atención.- Me di el tiempo y te compré un regalo.- le entregó a Felix una pequeña bolsa, y el menor sacó el regalo.

Un peluche de gato calicó salió de la bolsa, haciendo que Felix estallara en risas.

- No es uno de verdad, pero sirve. Puedes hacerle mimos y contarle tus preocupaciones, y él te escuchará atentamente, además no necesita comer ni hacer sus necesidades.

- ¡Pero Chan!- Felix seguía riendo.- No puedo creerlo, de verdad que no puedo.

- Tenía planeado regalarte uno de verdad, pero no sabía si Changbin te dejaría tenerlo con él, así que decidí darte uno de peluche, es más seguro.

- Seguramente a Changbinnie le encantaría tener una mascota.- Felix acarició el peluche.- Muchas gracias, lo pondré en mi cama y dormirá conmigo.

- Me alegro que te haya gustado, tenía miedo de que me lo lanzaras por la cabeza.

Chan sonrió, mostrando su hermosa sonrisa..

- No haría algo así, mucho menos contigo.

El mayor miró su reloj, y su expresión cambió.

- Debo irme ya, tengo que juntarme con los compradores y después ir al aeropuerto, no quiero perder el vuelo.

- Oh.- respondió Felix, sin saber muy bien qué más decir.

Su corazón comenzó a doler.

Ambos salieron del departamento, y bajaron hasta el primer piso, saliendo al frío de la calle.

- ¿Estás seguro que no quieres que le diga a Sung y el resto?

Chan negó.

- Lo mejor es que no sepan donde estaré.

Felix asintió.

- No te voy a olvidar, te estaré llamando para saber como estás.- Chan se acercó al menor.- Te avisaré también cuando llegue a Japón, para que sepas que estoy bien.

- Cuídate, por favor.- Felix lo abrazó.- Y sé sincero con todos, es lo mejor que puedes hacer.

- Lo haré, y tú también cuídate.- el mayor lo abrazó de vuelta.- Si Changbin te hace daño, dímelo, y vendré de Japón a darle una paliza.

- Lo tendré en cuenta.

- También puedes ir a visitarme, no tendré problema en recibirte en mi nueva casa.

- Prometo que algún día te visitaré, e iré con un gato calicó de verdad.

- Te estaré esperando entonces.

Chan paró un taxi, y subió las maletas con la ayuda de Felix.

- Te quiero, pequeño.- se abrazaron fuertemente.

- Yo también.- respondió, intentando ser amable y no llorar.

Cuando el taxi partió, Felix sintió una lágrima en su mejilla.

Nunca se imaginó que las cosas terminarían de esa manera.

Nunca imaginó que su linda historia de amor terminaría así, siendo todo una mentira.

Una mentira que lo hizo feliz por mucho tiempo, que alegró su vida muchísimo tiempo.

Ahora Chan se iba, y todo quedaría como un complicado recuerdo de una difícil etapa en su vida.

engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora