Bailemos un poco, salgamos de todo
Plata no tengo, y sueños tampocoSalían muy caros y nada es gratis
Luz verde en tu boca y soy feliz.Sólo nos queda, a veces bailar.
💭
Su padre había sido siempre un modelo a seguir. Era correcto, tenía un trabajo y una familia, iba a la iglesia, quería lo mejor para sus hijos y su esposa. Otabek amaba a su padre, aún cuando recibió un golpe de él, aún cuando podía escuchar como le gritaba a su madre.
Al menos antes de que se pusiera peor, Otabek quería y respetaba a su padre.
Pero Otabek ya no era un niño, y luego de que le prohibieran ver a Yuri, se dio cuenta de que en realidad no existían las personas perfectas. Los problemas que antes evitaba se hacían más presentes, la manera en que su padre se dirigía a su madre le irritaba, ver cómo bebía copa tras copa todas las noches y luego se enfadaba le hacía apretar los puños. El respeto, de un momento a otro, pasó a ser miedo.
Al cumplir los dieciséis años, Otabek no podía seguir ignorando lo que ocurría en su hogar cada vez que su padre llegaba. El coraje que sentía al ver la manera en que Altin padre miraba a su esposa, o como a veces la empujaba, solo podía superarse con el miedo que tenía contra él. Su padre era un hombre piadoso, hasta que debía darle una lección a alguien. En ese sentido, tenía un parecido increíble con Dios. Otabek vivió en carne propia lo que era recibir una lección por parte de su padre, aunque los golpes en su rostro no le fueron impedimento para seguir viendo a Yuri.
La única persona que le impedía a Otabek estar con Yuri, ser feliz y despreocupado como él, era el mismo Otabek. Él y la crianza del señor Altin, él y su miedo.
Estaría mintiendo si dice que no tuvo miedo el día en que Yuri fue a cenar con su familia, luego de ir a buscarle para pedirle perdón, volver a su casa fue horrible. Nunca había visto tan molesto a su padre, sin embargo, peor que la golpiza fue ver el rostro de su madre. Luego de ver su angustia, cayó en la cuenta de que esa expresión la había visto un montón de veces, pero siempre volteaba el rostro. Se sintió incluso peor consigo mismo, era un cobarde.
El joven kazajo incluso se consiguió una novia para agradar a su padre, pues luego de la visita de Yuri, estaba paranoico con la idea de que su hijo fuese homosexual. Se sentía presionado por su padre, mas tras la casi declaración de Yuri, la cosa fue peor. Otabek Altin no era gay, para nada, tendría que dejarlo claro.
En ese tiempo Anya se sentaba atrás de él y solía lanzar algunas indirectas, por lo que no le costó mucho convencerla de que se hicieran pareja. La pelinegra era simpática, bonita y entusiasta, del agrado de su padre y la aceptación de todo el mundo. Sus ojos no eran de un color hermoso como los de su mejor amigo, por ejemplo, pero tenía unos labios que estaban siempre pintados y dispuestos para besarle, los mismos labios carmesí que le animaban en los partidos de hockey y le sonreían de oreja a oreja cuando le cumplía algún capricho. Otabek no la quería, no como se supone que debes querer a la chica que besas, tocas y abrazas; no la quería en lo absoluto, pero la necesitaba.
Anya era esa distracción que te saca del mundo por un rato y te lleva donde solo hay discusiones sin sentido, la canción que está de moda y el horóscopo. Pasar el tiempo con ella era pasar el tiempo en las nubes, ver como se ponía roja de la ira al momento de debatir o como su falda hacía movimientos graciosos cuando ella corría, eran las únicas preocupaciones. Otabek olvidaba el rostro angustiado de su madre, olvidaba las bofetadas, las copas de vino, el mal humor, los empujones, los gritos y los días en que no se podía hacer ruido en su casa sin que se rompieran un par de platos. Anya era anestesia para su mente, la amnesia que necesitaba para mantener un equilibrio entre ser un adolescente, un hijo modelo, un mejor amigo y un alumno ejemplar.
No la quería, pero aún así le dolió cuando terminaron.
Sin ella, no tenía quien le sacara de la realidad. Yuri era su mejor amigo, ocupaba aproximadamente el 70% de su vida y era a quien sus ojos seguían sin querer a cada rato. Pero Yuri era distinto, porque era demasiado bueno, lo suficiente como para no dejarle sufrir en silencio. Yuri quería hablar de los problemas con Otabek, el kazajo no necesitaba eso, no quería ayuda, quería distracciones, un simple placebo para su padecimiento. Los problemas en la adolescencia nos vuelven estúpidos, él estaba siendo estúpido, lo sabía, pero ¿Qué más podría hacer?
Víctor, comprendiendo a su amigo, decidió llevarlo a lo que sería el primer acto de rebelión para Otabek. A sus diecisiete años, el moreno se escapó un jueves en la noche para ir a beber en la casa de uno de los chicos de su curso. Siendo honestos, fue vergonzoso, porque él nunca había bebido alcohol, así que escupir ante sus amigos y compañeros de equipo no fue lo mejor. Algo parecido le sucedió con los cigarrillos, pero suficiente fue su práctica para que en su tercera fuga ya estuviera probando más cosas. Víctor, al igual que él, solía pasar todos sus fines de semana metido entre desconocidos, bailando y bebiendo lo que fuera hasta que se quedaba dormido.
Lo que al principio era algo como una adicción forzada, se volvió natural en su organismo, saltar con la música, sacar chicas a bailar, fumar cigarros de otros y beber desde la misma botella. Y así como ese capricho de puberto deprimido empezó de un momento a otro, fue apagándose con rapidez, dejó las drogas antes de siquiera intentarlo, sin embargo no se podía quitar el alcohol, porque le dormía los labios y era más fácil besar chicas si en realidad no lo sentía.
Otabek dejó de salir para escapar de su hogar, porque Yuri le dijo que era estúpido. El menor a veces le invitaba a pasar la noche en su casa para que así no se fuera de fiesta, era fácil convencerlo, tenía lo que él estaba buscando, esa calidez que los brazos de un extraño no pueden darte. Nikolai Plisetsky y su comida era mejor que cualquier fiesta, Yuri y su sonrisa radiante podía embriagarle más que el alcohol.
Obviamente Yuri no pudo evitar que su amigo celebrara su cumpleaños, sobretodo si cumplía dieciocho años y ya había tenido suficiente abstinencia de alcohol y música. Por lo que el 31 de octubre, Víctor se aseguró de invitar a todo el instituto, incluso a los menores de edad como lo eran Yuri y sus amigos. El peliplateado organizó una fiesta en su casa, con el alcohol suficiente y la música bastante fuerte. Yuri, por su parte, se sentía nervioso porque sería la primera de muchas salidas en que conocería a extraños que dejaban de ser heterosexuales al beber un par de tragos.
Fue un capricho del destino que Otabek conociera a su próxima novia mientras Yuri se quedaba apartado, como un mero espectador. Aunque el rubio no sabía que desde ese día había un canadiense que estaba interesado en él.
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Hijos Del Peligro [otayuri]
Fanfiction🥀Primer lugar en los Premios Russian Heroes 2017🥀 Otabek es el primogénito de la familia Altin, con una madre comprensiva, un padre maltratador de mente cerrada y tres hermanas pequeñas que él cree debe proteger. Su vida aparentemente perfecta pie...