Capítulo 27: el campo

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¿Quieres inventar
lo que te haga volver aquí?
No te sientas mal,
yo también me he sentido así,
te vuelvo a ver y me desarmas todo.

💭

Era martes en la mañana y luego de una noche abrazado a Otabek, debían volver a la realidad, y el kazajo supo que estaba muerto en cuanto vio doce llamadas perdidas en su teléfono. Intentó ser lo más discreto posible, sin embargo era difícil salir de la cama con Yuri estorbando un poquito, por lo que irremediablemente el ruso ya había despertado.

—Beka... es temprano, aún queda media hora para seguir durmiendo.

Otabek soltó una risa corta, mientras se ponía su chaqueta y acomodaba sus botas, para luego envolver su bufanda en su cuello. Se inclinó hasta su novio, dejando un beso en su coronilla.

—Tengo que ir a casa por ropa y cuadernos, te veo en clases, babe.

—Tienes ropa aquí... y cuadernos en tu casillero, oso mentiroso. —La voz de Yuri seguía bastante adormilada, y Otabek sonrió al escuchar el apodo, conteniendo las ganas de besar al menor.

—Debo ir a casa y recibir mi castigo, Yura.

Con solo oír esas palabras, el rubio se sentó en su cama, tallando sus ojos con flojera, para luego ver a su novio y lanzarse a sus labios, una linda manera de decir buenos días.

—Davai.

Otabek le sonrió en respuesta, asintiendo. Bajó las escaleras en completo silencio, para luego tomar su casco y salir a recibir el frío amanecer, esperando el castigo que tendría al llegar.

🌹

En su casa el ruido ya era presente, con sus hermanas corriendo de un lado a otro en busca de su ropa y sus mochilas, además del típico berrinche que Vera podía hacer cuando era despertada. Intentó entrar en silencio, aunque obviamente ya había alguien esperándole, con el ceño fruncido. Vladimir Altin se veía tan molesto como siempre que bebía o perdía un caso, con sus ojos castaños fijos en su hijo mayor, mientras este solo podía pensar en que sus hermanas estuvieran en el segundo piso cuando él recibiera su sermón.

—¿Dónde estuviste anoche, Otabek?

Pensó unos segundos en sus alternativas, imaginó la reacción de su padre si le decía que estuvo con alguna chica, y quiso reír porque seguramente su padre estaría feliz con esa respuesta. Pero no pudo evitar recordar el rostro de Yuri, su novio, la manera en que esa hermosa criatura dormía a su lado y le abrazaba, la forma en que le sonreía, la forma en que a veces su rostro solo demostraba tristeza.

No quería dañar a su novio, ni siquiera indirectamente, y no iba a mentir esta vez. Unos segundos de valentía, unos segundos de confianza, esos ojos verdes que no quería dejar.

— Fui a cenar en casa de Yuri, papá.

Contrario a toda reacción esperada, su padre sonrió, divertido. Otabek le sostuvo la mirada, consternado.

— ¿Aún luego de nuestra conversación del otro día, Otabek? Creí haberte dicho que no te quiero ver cerca de ese maricón.

— Creí haberte dicho que es mi amigo.

Unos segundos de valentía que, incluso al ver la mano de su padre alzarse, no decayeron. Mantuvo sus ojos sobre él, anticipándose a un golpe que no llegó a su rostro. Su madre estaba al lado de él, sosteniendo el brazo de Vladimir, con ojos suplicantes.

Hijos Del Peligro [otayuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora