Capítulo 30: no hay nada nuevo bajo el sol

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Yo nunca me sentí tan tonto
al menos nunca como tú
no quiero levantar sospechas sobre mi
espero que no tengas nada que decir

Lo intento todo para ser
mejor de lo que fui
de lo que fui hasta ayer
no hay nada nuevo bajo el sol
ni escombros de un amor que pueda recoger

💭

Por algún motivo, los días eran eternos. Aún cuando podía crear una rutina que le alejara de la negatividad y de sus pensamientos, el tiempo pasaba lentamente y las noches le mantenían despierto.

Y así, aún cuando los días pasaban lentamente, pasaban, y con ellos las semanas. Dos semanas donde se dedicó a sus exámenes y, de ese modo, evitar a Yuri. Aunque a veces, mientras mira el techo de su habitación y luego su pila de cómics en el estante, cree que el tiempo no pasa, sino que retrocede. Cuando eran niños y tenían que ocultarse por razones que no entendían muy bien, pero que ahí estaban, haciendo que Otabek no tuviese el valor de ir junto a Yuri al comedor con el resto.

Días de historietas y zapatillas de ballet, ahora poco queda de eso.

Porque a lo largo de los años había tomado decisiones sin pensar en Yuri, sino que solo en él mismo. Como cuando era un niño temeroso del amor, y se consiguió una novia para convencerse a si mismo de que el revoloteo en su estómago no significaba nada. Y ahora lo intentaba de nuevo, convenciéndose de que la vida de todos sería mejor sin sus errores. Quizás era un cobarde, quizás siempre lo ha sido. Le gusta pensar que no, que al contrario, es valiente y honrado. Lo que sea para mantener sus pensamientos a raya.

Pero al menos estaba dando resultado, porque sus calificaciones mejoraban y las cosas en su hogar también, así que no había más de qué preocuparse. Siempre y cuando no pusiera esa canción triste en repetición ni buscara esa playlist que había hecho para ambos; aunque, bueno, sería mejor que no escuchara música simplemente, porque todo le recordaba a Yuri Plisetsky. Y eso era un problema.

Y los días pasaban lento, pensando en su mejor amigo, recordando con tristeza que seguían siendo novios, y que le seguía enviando mensajes que a veces el moreno respondía. Como esa noche, donde Yuri le había enviado la foto de un gatito, sin motivo aparente. Otabek soltó una risita en cuanto vio el mensaje, con la luz del teléfono iluminando su rostro en medio de la oscuridad de su cuarto, y no tardó en escribirle una respuesta. Aunque luego la borró, porque tras dos semanas de soledad, quería oír su voz.

Sus dedos no tardaron en ir hasta el ícono de llamada, y antes de arrepentirse, lo pulsó, ansioso. Estaba casi seguro de que al escucharle lloraría, o finalizaría la llamada.

¿Beka?

Y estuvo a punto de lanzar su teléfono, o comenzar a sollozar como esa noche en que le pidió un tiempo. Extrañamente, pudo contenerse, fijándose en la voz dulce de su novio, porque... seguían siendo novios, claro, solo había sido un tiempo. Por el momento.

— Hola, Yura.

Y gracias a todo lo divino, su voz sonaba normal, aunque sentía su garganta molestándole. Por otro lado, desde su habitación, la sonrisa de Yuri inundaba el lugar, con Canela durmiendo a su lado, la lámpara iluminando con calidez y el disco de ambos sonando como un suave murmullo. La voz de Otabek hizo que su corazón latiera más rápido, estar alejado de él le había afectado bastante, y en esos momentos ya no podía pensar en nada excepto la felicidad que sentía.

¿Por qué llamas?

— ¿Por qué me envías la foto de un gatito a las... doce y media?

Hijos Del Peligro [otayuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora