Después de tener un largo día con las clases del profesor James, pude animarme un poco. Se que no debería de aburrirme, pero se paso dictando toda la clase. Mis manos aún dolían de tanto escribir con la plumilla. Incluso un poco de tinta había salpicado mis dedos.
—Que suerte que la hora ha terminado— una mirada de apatía se reflejo en Lily.
Suspiramos al mismo tiempo. De alguna manera no podía animarla, yo me encontraba en la misma situación. Por suerte, el fin de semana se acercaba y tendríamos tiempo para dormir lo suficiente y para divertirnos un poco.
—Tienes razón— asentí adolorida. Me hice un pequeño masaje en las muñecas para calmar el malestar.
Caminamos por los largos pasillos de los salones hasta llegar a la parte baja de la escuela. Me asombraba la cantidad de alumnos que había en el colegio, aún no me acostumbraba. Lo cuál era demasiado extraño para mi.
Un delicioso aroma a café llego a mi olfato, lo que me dio una pista de que estábamos cerca de la cafetería.
—Vuele delicioso— dijo Lily levantándose de puntillas para ver el café por arriba de los chicos que se amontonaban—. Sería grandioso comprar uno, pero olvide mi billetera—. frunció los labios.
Sentía perfectamente su gran desesperación, recordaba el día anterior en el que no pude desayunar absolutamente nada. Lamentaba no haberme quedado a acompañar a mi hermana. Tal vez ella era mucho más consiente y considerada con su cuerpo.
Busque en las bolsas de mi pantaloncillo, y por suerte encontré algunas monedas que rondaban por la tela.
—Mira, encontré dinero en mi bolsa, si quieres podemos comprarnos uno— sostuve las monedas en la mano y escuche un estruendoso "sí" de su parte.
Dio unos brinquitos de alegría para después jalarme de la mano e ir a comprarlo, sabía que a ella le encantaban las golosinas. Pero especialmente el café helado.
—Espera, me dislocaras el brazo— le respondí con una sonrisa, casi llegando a las barras de metal.
—Lo siento, sabes que me encanta él café helado— enunció riendo.
—Esta bien, ¿esto alcanzara?— dije, mostrándole las monedas sueltas, a juzgar por el precio de las bebidas frías de nuestra cafetería, eran demasiado caras. Sólo comprábamos cuando realmente las apetecíamos.
—Eso creo—Lily conto en su mente el valor de las monedas—. Sí, eso alcanza para dos— rectifico asintiendo.
—No te preocupes, puedes comprarlo para ti. Yo desayune en casa, bueno, de hecho mi madre me obligo a hacerlo.
Recordé su típica frase y después me imagine su rostro enfurecido.
—Ya te dije que alcanza para dos. Puedo comprar uno para ti, de todos modos eso es como un agradecimiento por invitarme.
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Sonidos del mar (1 libro)
RomanceCada 100 años las "Kelers" amenazan por salir de la superficie. Si los chicos se deja arrastrar por sus hermosos encantos, ellas absorben su energía para alimentarse y después desecharlos como basura. Emma se ha convertido en una ondina, pero su e...