CAPITULO 9

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Harper empezó a cocinar la pasta de tomate en la estufa, mientras escuchábamos música de Taylor Swift a todo volumen con nuestra grabadora

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Harper empezó a cocinar la pasta de tomate en la estufa, mientras escuchábamos música de Taylor Swift a todo volumen con nuestra grabadora. Después de que sazonara el caldo para que hirviera, pudimos comer. Mi estómago ya estaba harto de quedarse vacío así que me devore la pasta como aspiradora. Por la noche, por fin llegó papá, tenía días que no salía temprano de sus "negocios pesqueros" arreglaba asuntos de barcos robados de sus clientes, además de resolver el problema como el buen abogado que era. Aunque quería pasarme el tiempo preguntándole sobre su trabajo, estaba muy cansada para prestarle atención y decidí irme a dormir. Sin embargo Kim no se aguanto las ganas y se quedó en su compañía para charlar.

A la mañana siguiente, aliste mis cosas para irme a la universidad. Esta vez mamá me había obligado a desayunar gracias a mi linda hermana, Harper, que le había contado absolutamente cada detalle de como mi brazo tenía el corte del vidrio. Por suerte no había sospechado nada de los rayos azules que salieron de mis dedos. Aunque solo con eso se puso un poco escandalosa, y tuve que se tranquilizarla diciéndole que mi herida no era tan profunda como para ir al hospital. 

Al menos con eso me había perdonado por romper el florero, pero Kim, no tuvo mucha suerte. Le llovieron golpes por el trasero, claramente por pasarse de la raya. Los gritos que propiciaba de dolor, era como música para mis oídos. Por fin la chancla de mamá había sido justa con la situación.

Ahora mismo tenía que evitar reírme de mi hermano en el desayuno, aunque después de todo, ya estaba de salida. Mis padres se despidieron de mi dándome un beso en la mejilla y me prepare para correr hacia el colegio. 

El sudor escurría en mi espalda mientras trataba de llegar rápidamente. Por milésima vez recordaba que mi hermana tenía razón, debía hacer más ejercicio para no cansarme tanto y tener una vida saludable, pero por supuesto que la pereza me ganaba, era más grande que yo. En el último metro tome aire y entre al colegio. 

Esta vez tenía que pasar al departamento de música, no me gustaba, pero para la escuela era obligatorio cursarla, así que era mejor no saltarse la clase porque seguramente saldría con un cero en la boleta. Por suerte entre dos minutos antes de el profesor David me cerrara la puerta en las narices, lo había hecho sólo una vez y era bastante doloroso. 

—Buenos días chicos, hoy es nuestra segunda clase. Por favor, saquen su libro— comento el profesor desde su escritorio, fruncí el labio por estar inconforme, pero tuve que hacerlo.

Leímos desde la presentación hasta la pagina tres, cuando alguien toco la puerta y nos interrumpió. Seguramente era Daniel llegando tarde por ir a la cafetería. Dejamos de ponerle atención a nuestro libro para levantara la vista hacia la puerta.

—Adelante— dijo el maestro, sin despegar la mirada de su escritorio. La persona giro la manija y entro. Mis ojos se abrieron cuando vi que era una persona que conocía. Liv, ¿Qué estaba haciendo ella aquí?.

—Buenos días, profesor— sonrió levemente, dando un aire de dulzura—. El director me ha dicho que le entregue esta carpeta.

Estiro la mano para dársela y con la otra cerro la puerta detrás de ella. El profesor abrió el folder amarillo y miro atentamente las palabras escritas en las hojas. Tal vez era para su registro, aunque me preguntaba el tiempo que iban a quedarse en el colegio. No me consideraba alguien que las odiara, pero no quería verlas ni en pintura. 

Sonidos del mar (1 libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora