CAPITULO 6

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El cubo de basura olía a animal muerto

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El cubo de basura olía a animal muerto. Me tape la nariz y trate de no vomitar, mientras echaba la bolsa en el contenedor que estaba detrás de  casa. No tenía ni idea de qué había arrojado allí mi padre o Harper, pero el olor a podrido era bastante fuerte. Me aleje, abanicándome con la mano para ahuyentar el hedor. Después inhale lo más profundamente que pude el aire fresco de la noche. 

Eche un vistazo a la casa de al lado. Me di cuenta de que últimamente miraba en esa dirección cada vez más a menudo, como si buscara inconscientemente a Álex. 

—¡Hermana!— grito Harper y al instante me reincorpore para que no se me viera nerviosa. Moví un poco el cubo de basura que estaba detrás mío por el gran susto que me había provocado. Tal vez había encontrado su ropa más descolorida o de un olor diferente. 

Ya habían pasado tres días desde que hurgue su armario. Mi mente me recriminaba por haberlo hecho, pero por suerte la había mandado a la lavandería para que no me recriminara, aunque sabia que no pasaría de un regaño.

—¿Qué haces fuera de casa?— pregunto, al verme tan calmada caminando por un lado de la basura—. No me digas que estas espiando a ese chico, otra vez.

—Claro que no, Harper— rodé los ojos—. Había una bolsa de basura en la cocina que olía a verdura podrida y que decidí salir a tirarla. Si no me crees, puedes verla con tus propios ojos.

Señale las bolsas negras de basura que estaban dentro del bote. 

—Esta bien, esta bien. Te creo— refunfuño tapándose la nariz. El gran olor que desprendía aquellos desperdicios, era llevado por el viento, hacia nosotras. Lo cuál hacia que mis ganas de vomitar aumentaran. 

Dejamos aún lado la charla para entrar a casa corriendo y abrir la puerta casi volándola por los aires. Nos sentamos en el comedor a descansar, quizá el olor de la comida nos alivianaría, aunque recordaba que años atrás Harper siempre decidía llevar a sus viajes de escuela un pequeño limón, partido en cuatro. Sentía que exageraba, pero era mejor que llenar el autobús con fluidos extraños.

Mi hermana se dirigió hacia el refrigerador y lo saco de inmediato. Me dio un poco, pero no acepte. No lo necesitaba.

De repente, se escucho un ruido lejano del motor de un auto, eso no era normal, nuestra zona era conocida por ser tranquila de noche. Me pregunté si sería papá llegando a casa, él trabajaba hasta muy tarde con sus negocios y descubrimientos de asesinos. Aunque después de ver que se estaciono a unos metros más de casa, lo borre de mi memoria.

—¿Quién podría andar en auto tan tarde?—Pregunto Harper, incapaz de quedarse callada. Camino hacia la ventana que teníamos en la cocina y contemplo lo que pasaba.

Sus pantuflas de conejitos, resonaron por unos instantes. Era un rechinido del plástico nuevo, suponía que en su viaje con mamá las había comprado.

Sonidos del mar (1 libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora