CAPITULO 17

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Sentía nervios viendo el gran departamento blanco desgastado puesto frente a mis ojos

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Sentía nervios viendo el gran departamento blanco desgastado puesto frente a mis ojos. Se veía muy diferente a como me lo imaginaba. Abrí la puertilla y empecé a caminar entre el pasillo liso de concreto dónde aparcaban los autos, luego subí las escaleras para buscar el numero de habitación, guiándome por lo que había escrito en la hoja de cuaderno.   

"Puerta 32" leí, comenzando a buscar a mi alrededor si estaba en el sitio correcto, aunque para mi mala suerte tenía que subir dos pisos más para llegar. Hice un mohín de frustración, mi flojera me regañaba que dejara de meterme en cosas que no debía, pero ya estaba en el apartamento. Di un suspiro para esconder todo lo negativo y empecé a subir, hasta dar con el numero. 

Toque la puerta con la mano cerrada, escuchando como la madera se sentía hueca, seca. Cosa que me dio una idea de lo descuidada que estaba por no tener quien le hiciera mantenimiento, sin embargo, la aleje de mi mente cuando esta se abrió y dejo ver a una mujer robusta, con pelo ondulado y lentes. Estaba segura de que era la misma de la pagina y no una asistente. Era igual a la de la fotografía. 

—¿Eres Emma?

Su voz salió como una melodía agradable que paralizo unos segundos, no era aguda ni grave.

—Si, si— afirme insegura, dudando si estaba a punto de entrar a la boca del lobo.

—De acuerdo, entra. Bienvenida- dijo y en seguida la mujer se alejo un poco del umbral para que yo pudiera entrar. Mis pies me guiaron hacia delante, temblorosos, porque recordaban que había sucedido con Lara.

—Dime querida, ¿Qué te trae por aquí?— quede un tiempo en reposo para razonar mi respuesta, había tantas cosas que quería decirle, pero sabia que tenía que empezar por el principio. 

—Bueno, yo...— me volví a callar porque todo mi cerebro estaba en blanco y sólo admiraba las paredes de color lila con muebles llenos de frascos, libros y piedras preciosas— Agh, disculpe que no sea tan rápida en hablar. 

—No te preocupes, piénsalo bien, tenemos todo el día. Si te beneficia ver la decoración, hazlo.

—No, no, no, para nada—baje la vista, intentando ocultar mis mejillas rojas con mi cabello por haberme descubierto.  

No quería que pensara mal de mi y me echara del lugar haciendo un escandalo en todo el apartamento, quería disculparme por ser tan observadora, esperando un reclamo de su parte, pero no sucedió así. Me sonrió con un sentimiento encontrado y luego camino hacia el frente, la seguí hasta llegar al fondo, encontrándonos una cortina hecha de pequeñas piedrecillas azules, rosas, amarillas y verdes que daban demasiado color a la habitación. Lucían geniales.

—Siéntate querida, traeré un aperitivo para nuestra charla, ¿prefieres té o café?.

No me sentía en el mejor momento para tomar bebidas, pero a su generosidad no le podía decir no. 

Sonidos del mar (1 libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora