Capitulo 22

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Capté en aquel instante un sonido por encima del estruendo de la música y de las potentes y perturbadoras risas que me helaron la sangre. La melodía de las chicas era dulce pero a la vez frágil, como el tintineo de una campanilla... sobre helio.  

En lo alto de aquella roca estaba el gentío. Las luces estroboscópicas centellearon sobre una cabeza cubierta de pelo morado que  parecía el peluquín de una chica que tenía los labios de color rojo intenso y un vestido brilloso. Todos parecían felices de festejar no se qué cosa por la forma de su actuar- alzaban copas de vino tinto y recitaban algunas palabras en un idioma difícil de comprender para mi oído- las luces de las velas que estaban en los candelabros irradiaban calor, sufriente como para calentar aún más el ambiente.

El agua en la que mis pies se encontraban  era una masa de color carmesí que se extendía hasta el faro, una torre luminosa situada en el litoral marítimo como una referencia y aviso costero para navegantes.​

De repente el sonido de las gaviotas asustadas me dejaron aturdida, tanto que intenté cubrirme los oídos para desaparecerlo, mientras intentaba salir de ese lugar corriendo, en busca de mi hermana, quién no sabía dónde se encontraba. Los talones me dolían por chocar tanto contra las piedras, y entonces cuando ya estaba un poco cerca de la orilla, me decidí por descansar un segundo.

Los pies me punzaban y me ardían, estaba segura de tenerlos sangrando. Me relaje un poco cuando la vi caminando hacia mí, estaba feliz de haberla encontrado. Le sonreí cuando la miré, pero ella no hizo lo mismo. Detrás de su vestido negro escondía sus manos, me pareció extraño y más por la mirada misteriosa con la que me observaba. Cada segundo que pasaba me veía con gran detalle, investigando algo de mí y eso me ponía más tensa.

Después de la inspección,  saco lentamente una daga tremendamente puntiaguda que hizo que se me revolvieran los intestinos. Me la entrego e hizo una señal de que estaba lista para que yo la clavara en su corazón o en cualquier parte de su cuerpo y así finalmente matarla, pero yo me quedé en congelada, no era capaz de hacer tremenda cosa. Quise articular algo pero no pude, por alguna razón no tenía voz. Tire la daga a la arena porque fue lo que se me ocurrió y antes de que estuviera ahí más tiempo corrí lo más rápido que podía para llegar lo antes posible a la roca del otro lado, aunque no conseguía llegar a la velocidad que quería. Tenía la impresión de que solo mis piernas se movían sin avanzar y el camino seguía igual.

Harper se dio cuenta en poco tiempo y fue tras de mí. Me dio tanto pánico lo que podía hacerme que entonces me sumergí en el agua, sin embargo todo se oscureció ante mis ojos y dejé de respirar.

-¡Emma!- vocifero una voz femenina y yo me levanté de la cama con un ataque de tos.

-Calma- dijo Kim asustado que se había colado no se dé donde en mi habitación por ver qué yo estaba tratando de recobrar la respiración. Sirvió un vaso de agua para que lo tomara y solo le di un trago para dejarlo en la mesita.

-¿Qué ha sucedido?- me pregunto Álex y yo mire a Harper en busca de ayuda. Ni siquiera sabía que estaba pasando, se encontraban en mi habitación con una actitud muy perturbadora.

Nadie respondió nada pero luego se sentó mi hermana aún lado y me tocó la frente- La fiebre que tenías ya se ha bajado, creo que tuviste una pesadilla.

-¿Pesadilla? No recuerdo- me lleve las manos a la cabeza porque me dolía además de tener muy acelerado mi corazón. No sabía casi nada. De la noche anterior solo recordaba que me encontraba dormida en el sofá del castaño porque tenía temperatura, ahora no sabía cómo había llegado a casa.

-Descansa Emma.  Haré sopa para ti.

-No es necesario hermana. Estoy bien- me intenté poner de pie, pero la mano de Harper me lo impidió.

Sonidos del mar (1 libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora