Con lo mal que estaba, sentí su mirada siniestra y oscura, por lo que decidí darle la espalda y carraspear para tratar que el silencio no me aturdiera.
—Tú nariz sangro ¿Cierto?
Liv se acerco delicadamente hacia mi, y aunque me había quedado en blanco, quise responderle con la verdad.
—Si— asentí nerviosa.
—Toma—me tendió la mano con un pañuelo desechable de papel. Estaba tan mal que me decidí por agarrarlo y limpiarme el agua con sangre que se había quedado estancada en mi labio superior. Recordando mis experiencias, nunca me sucedían hemorragias nasales, al menos un día después de haber tenido un resfriado o una alergia donde podía hacer más presión en los pequeños tejidos de mi nariz.
—Gracias—le respondí con una sonrisa.
—No hay de que, para estamos las amigas ¿no?— acomodo su cabello y me miro—. Seguramente tu harías lo mismo por mi.
Con ese comentario, podía sentir que se iban a quedar a estudiar en nuestra universidad, aunque todavía no lo comentaban. Yo no las consideraba "amigas" como lo veía ella. Solo había charlado unos minutos de cosas triviales con sus hermanas en el puesto de sodas y ya me consideraba leal.
—Aa... claro, podemos apoyarnos como compañeras— respondí, dándole a entender que no quería una amistad. Al menos no estaba lista para eso.
—Claro— aclaro su garganta y me lanzó una sonrisa para ocultar su enojo—. ¿Ya te sientes mejor?.
—Un poco, pero no es para tanto— mentí, la cabeza me daba vueltas y solo podía estar de pie porque me sostenía del lavabo. Intente caminar hacia la salida para no tener que lidiar más con ella, pero me detuvo, jalándome del brazo.
—Espera— dijo y en seguida metió su mano en el bolso de piel café que llevaba puesto -. Mira, esto puede ayudarte si tienes de nuevo un sangrado.
—¿Qué son?— Pregunte alzando una ceja. Era un frasco de color verdoso con rueditas blancas.
—Son pastillas para evitar las hemorragias nasales, además alivian el dolor de cabeza intenso. Siempre que te sientas mal, puedes tomarte una tableta y estarás como nueva.
—¡Oh!—Exclamé, sonaba como un comercial de televisión que curaba mágicamente todo. Mi hermana había comprado una mascarilla que dejaba más suave la piel, pero en ves de eso, le dejo la cara seca, con algunos granitos y ahora, gracias a esa mala experiencia, no estaba muy segura de aceptarlas. Tal vez era algún tipo de droga ilícita que estaban dando a probar como muestra para sacar mucho dinero de los estudiantes.
—No te asustes— enuncio al verme tan indecisa—, recuerda que mi madre trabajaba en un hospital. Aprendí exactamente qué medicamentos son los adecuados para los pacientes y como medir las cantidades.
ESTÁS LEYENDO
Sonidos del mar (1 libro)
RomanceCada 100 años las "Kelers" amenazan por salir de la superficie. Si los chicos se deja arrastrar por sus hermosos encantos, ellas absorben su energía para alimentarse y después desecharlos como basura. Emma se ha convertido en una ondina, pero su e...