CAPITULO 25

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La lluvia comenzó a caer sobre nosotros. Cada gota que caía sobre mi piel, la sentia fría, pero estando cerca de Peter podía ignorar esa sensación. Después de escuchar unas pisadas separe mis labios de los suyos por miedo a que mamá o Harper me vieran.

Me fije de reojo en la calle si no había  nadie y por suerte solo había unos pequeños cachorros paseando sin correa, me había imaginado que se pudieron haber escapado de alguna casa y ahora andaban perdidos. Por un momento se me había olvidado la enorme locura que había cometido. Peter y yo nos habíamos besado, lo más estúpido es que yo se lo había permitido y en ningún momento lo aleje. Era una maldita inepta. Ni siquiera me atrevía a darle uno a Álex. Me comencé a sentir culpable y solo corrí hacia casa. 

-¡Emma!- me grito Peter desde el sitio donde había ocurrido lo anterior e intento seguirme, pero yo cerré la puerta antes de que pudiera detenerme. 

Esto no podía ser verdad ¿Qué había hecho? solo éramos amigos. Empecé a llorar mientras subía las escaleras hacia mi habitación y Kim solo se me quedo viendo como desaparecía entre lagrimas. Me tire en mi colchón y me vino un flash de como había sucedido aquello. Ahora Álex también tenía una razón para odiarme. Abrace la almohada que tenía en la cabecera tan fuerte como pude, refugiándome en ella, encontrando un lugar seguro para desahogar mi tristeza.  

Mi pecho dolía y aunque había caído la lluvia,  la tarde estaba soleada. Mi corazón se sentia como una nube de tormenta, helado y con miles de rayos que lo atravesaban. 

-Emma- dijo Kim tocando la puerta de madera, pero me quede callada, me daba vergüenza que me viera en este estado.- Oye ¿puedes venir un momento?

Me quede pensativa, dejando a un lado el cojín. ¿se había dado cuenta?

-No, deja de molestar, mi puerta se abollara- intente no sonar preocupada, no estaba de humor como para salir.

-Oh, vamos. Necesito que veas si el juego que desarrolle para cibernética sirve. 

-Puedes jugarlo tu mismo.

-No, no, yo lo diseñe y se como pasar los niveles. Quiero que me digas que te parece. ¿Vendrás?

No articule ninguna palabra y me levante para quedarme sentada en el borde de la cama. Me sentia extraña. Luego toque mis labios, imaginándome como es que pudieron unirse con los de Peter, me afligí al instante y una lagrima salió de mi ojo derecho, de nuevo. Me limpie con la mano toda la cara con frustración y trate de calmarme, tal vez si iba con Kim ocupándome con otra cosa, me podía liberar de lo que sentia.

Abrí la puerta sin decirle nada y lo vi aun lado, esperando a que le diera alguna respuesta, pero por fin había salido. Me dio un poco de sofoco salir con los ojos rojos, pero mi hermano no pregunto y solo me guio de la mano hasta su habitación. 

-Ven, siéntate aquí y ponte esos audífonos- me dijo señalando una silla negra. Camine hasta allí fijándome en cada mínima cosa, al mismo tiempo que las luces azules que estaban en el techo me bañaban el rostro de color. Con cautela tome asiento. Su escritorio era café, muy limpio. Siempre me hallaba con la duda de cómo era su habitación porque nunca me dejaba entrar y ahora lo sabia.

-¿Qué debo hacer?

-Abre el juego, después te dirá las instrucciones ahí en la pantalla. 

-De acuerdo- empecé a acatar los pasos que me daba y justo después comencé a jugar. 

Era un pequeño pastelero que necesitaba llegar a una torre a rescatar uno de sus pasteles que había sido por una princesa gorda. Al principio creí que era una bobada pero después descubrí que mi hermano tenía habilidades para programar juegos. Por suerte a veces me daba pistas para que esquivara los arboles de gelatina o las casas hechas de pan con chocolate. Al final gane 4 estrellas y grite por la victoria. Entonces me percate que me había sacado un poco de mi caos mental. 

Sonidos del mar (1 libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora