CAPÍTULO 58.

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Aisley.

Fue un fin de semana difícil el que pasamos en Los Ángeles, pero siempre me obligó ha no volver a derrumbarme. Han pasado cinco años y me sigue doliendo como el momento en que vi el cuerpo de mi abuelo en la morgue del hospital de esa base militar de Montana.

— Aisley, ya deje todo listo para que mi reemplazo no tenga problema. — Me dice Susan.

Es su último día aquí antes de su incapacidad por maternidad.

— Reemplazo temporal, ¿Verdad? — Asiente con una sonrisa.

— Faltan tres semanas para que este pequeño se decida ha nacer, en ocho semanas me tienes de regreso.

— Cuídate mucho y disfruta a tu bebé.

— Por supuesto, si me necesitas para cualquier cosa estaré tirada en mi cama hasta que se llegue el parto. — Suelto una carcajada.

— Buenas tardes señora Ivanova. — Me saluda su esposo que por supuesto ya viene por ella.

— Buenas tardes Orlando, sabes que me puedes llamar Aisley. — Tres años y aún no le queda claro.

— Aisley, tengo un caso que... — Aarón como siempre entra a mi despacho sin tocar.

— Bueno, nosotros nos vamos, lo veo en ocho semanas doctor Ivanova.

— Aquí te estaremos esperando. — Orlando y Susan se van dejándome a solas con mi esposo.

— ¿Tienes un caso que...? — Alzo una ceja esperando a que continúe.

— Que puede esperar. — Cierra la puerta y en un segundo ya me tiene contra el escritorio. — Es el nuevo escritorio que trajeron hoy, ¿Verdad? — Asiento, el anterior me parecía muy pequeño así que pedí otro. — Necesitamos usarlo por primera vez. — Suelto una carcajada y me ayuda a sentarme encima subiendo mi vestido hasta la cintura.

Lo fulminó con la mirada cuando me arranca las bragas, hay cosas que jamás van a cambiar y esa es una de ellas. Tomo su rostro con ambas manos y pego mis labios a los suyos en un profundo beso. Hunde dos dedos en mi interior, por acto reflejo rodeo su cintura con mis piernas mientras le quitó la chaqueta por los hombros para luego desabrochar los botones de su camisa.

Continúa besándome a la vez que me obliga a inclinarme poco a poco hacía atrás con su peso y tengo que apoyarme en mis antebrazos. Baja el cierre de mi vestido solo para liberar mis pechos; se lleva uno a la boca haciéndome jadear y quedo recostada sobre mi escritorio. Por supuesto era lo que quería lograr.

— No grites. — Me muerdo el labio inferior cuando siento la punta de su pene deslizándose de arriba a bajo en mi entrepierna logrando que se humedezca todavía más.

Paso la punta se los dedos por sus abdominales y mi mano por su cintura hasta llegar a la espalda. Acariciarlo es uno de mis más grandes placeres. Llevo mi mano hasta su pene pero me detiene, sabe perfectamente lo que tenía pensado hacer: introducirlo yo misma. Algunas veces deja que lo haga yo, pero otras — como hoy — no me va a dejar.

Arqueo la espalda cuando se mete de nuevo uno de mis pechos a la boca, sus manos me aprietan con rudeza el trasero introduciéndose en mi interior lentamente.

Pasa de un pecho al otro hasta que las puntas duelen por sus lamidas, succiones y pequeñas mordidas. A poco menos de la mitad termina por entrar de una sola embestida hasta el fondo, arqueo la espalda y un gemido queda ahogado en la palma de su mano. Mis pechos se mueven con cada una de sus embestidas. Tengo que sujetarme al borde de mi escritorio para no deslizarme hacia abajo.

AMOR Y SEDUCCIÓN. (TS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora