The Archer
Universidad de Manchester
Lunes, 9:15 a.m.—Aléjate de mí, Caín McFeller.
—No —dijo con tono burlón, o eso pensé—. No seas tan borde, Bella.
Solo él podía llamarme así.
Su voz me drenó la energía de inmediato. No podía creer que iba a llegar tarde a mi primer día en la Facultad de Arquitectura en la Universidad de Manchester solo por sus caprichos. Para Caín, sus caprichos siempre estaban por delante de mis necesidades —aunque durante los últimos dos años mantuvimos una relación a distancia, lo que hacía todo aún más complicado.
El campus se extendía ante nosotros, con amplios jardines y caminos bordeados de árboles que comenzaban a teñirse de verde claro con la primavera. El aire fresco mezclaba aromas a tierra mojada y césped recién cortado, y el murmullo de otros estudiantes caminando o sentados en bancos llenaba el ambiente. Pero yo me sentía perdida, no solo entre los caminos y edificios históricos de ladrillo rojo, sino también en la confusión de esta relación que parecía siempre a punto de romperse.
Caminaba con mis libros de arquitectura apretados contra el pecho, tratando de memorizar el mapa que había visto en la web la noche anterior y que ahora parecía un jeroglífico. Mi alexitimia hacía que procesar o expresar mis emociones fuera como intentar descifrar un idioma extranjero sin traductor. La tensión entre Caín y yo era casi palpable.
Durante estos dos años, las veces que nos vimos se podían contar con los dedos de una mano: una semana en diciembre, en mi cumpleaños y en las vacaciones familiares. Aunque la distancia era mucha y yo no entendía bien el mundo de las redes sociales, siempre me mantenía atenta a lo que él publicaba, como un hilo invisible que intentaba no romper.
—Descarado, eso es lo que eres —le dije, mirando al suelo para evitar su mirada—. Pero esta vez se va a enterar de quién manda aquí.
Como dicen en Inglaterra, "Hell hath no fury like a woman scorned" —no hay furia más grande que la de una mujer despreciada—, y hoy no iba a dejarme pisotear.
Sentí sus pasos apresurados detrás de mí sobre el camino de grava. Me giré despacio, ayudándome con mis talones mientras sostenía los libros con fuerza. Vi sus ojos azules clavados en mí, como intentando leer algo que ni yo misma podía comprender: ¿qué esperaba que viera en ellos? ¿Reproche, deseo, súplica?
—¿En serio vas a hacer esto? cambias mi horario —preguntó con una sonrisa torcida, el típico gesto que sabía desarmarme aunque quisiera ignorarlo.
—¿Y tú crees que me importa tu horario? —respondí, alzando una ceja.
—Claro que te importa, Bella. Más de lo que dejas ver.
—No hagas eso. No juegues con palabras que no puedo sentir.
—¿Nunca te has preguntado si puedes sentir algo más que confusión? —su tono bajó, como si realmente quisiera entenderme.
De repente, su mano apareció en mi campo visual y ajustó mis gafas con cuidado, evitando que se cayeran. Siempre intentaba evitar el drama, cuidar su imagen de chico ejemplar —nunca faltaba a clases, nunca decía una palabrota y era brutalmente sincero—, al menos eso recordaba del niño tímido que vivía conmigo en la vieja mansión de la Casa Roja.
Lo miré a los ojos.
—Me hablaste como una mierda ayer —dije en voz baja, sintiendo que mi voz temblaba más de lo que quería.
—No es para tanto —respondió, minimizando todo como siempre—. Siempre exageras.
—Para ti todo es insignificante. Llevamos meses sin vernos y así actúas.

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Teen FictionCuando Isabella llega a Inglaterra, los ecos de un pasado fragmentado la persiguen. Hay años de su vida que no logra recordar, vacíos que laten con fuerza tras la fachada perfecta de su realidad. Al reencontrarse con Caín McFeller, su enigmático y m...