Campus universitario de Manchester.
El día que Elle Morgan escuchó decir a alguien que había escuchado a alguien que escuchó a alguien que escuchó a alguien decir que Caín McFeller se encontraba organizando cada minúsculo detalle para la llegada de su novia. De inmediato aquello estuvo en la boca de cada estudiante de la universidad.
En tan solo un año de estancia en la universidad de Manchester a Caín McFeller nunca se le había conocido una novia, tampoco era alguien a quien podrías imaginar como novio. Él era salvaje, bruto, grosero, pero según algunas; un buen amante. También, tenía el mejor promedio en la facultad de derecho y es que aquel hijo de puta era nieto de Anthony Robert McFeller un abogado y académico británico, conocido por haber sido el abogado de la Princesa de Gales, ahora de su hijo Harry y por representar a Deborah Lipstadt. Caín al igual que su abuelo era despiadado.
La curiosidad podía ganarles a varios, y muchos rumores acerca de aquella chica estaban presentes. Algunos se encargaron de decir que se había transferido solo para poder controlar a su novio luego de tantos engaños —que para nadie eran secretos—, otros tantos que ella apenas había salido de la cárcel, unas tantas afirmaban que los senos de esa chica era lo que la convertía en ser digna de Caín —ese último rumor le había causado un ataque de risa al joven, su novia poseía muchas cosas, senos no eran parte de la lista—.
Él por su parte se encontraba recostado a un lado de su camioneta, sabía lo que causaba al estar simplemente respirando y las miradas sobre él era algo que le encantaba y subía el ego. Pero, en esa ocasión justo en ese momento él no estaba seguro de querer atención.
Minutos más tarde una motocicleta aparcaba justo detrás de la camioneta, de ella una morena bajaba quitándose el casco dejando expuesto su hermoso y su hermoso cabello afro, su cuerpo estaba cubierto de tatuajes y sus curvas resaltan en ese body negro ajustado.
A unos metros Jaxon Rowell fruncía el ceño viendo con atención las acciones de ambos personajes frente a él.
—¿Ella es la famosa novia? —su voz era lo suficientemente alta para que los cuatro amigos pudieran escuchar— ¿Cómo se llama?
—Sí, es ella. Te digo que salen hace dos años —informa Connor—, Isabella Sprouse.
—¿Isabella Spaus? —Jaxon vuelve a preguntar— ¿O Sprouse?
—Creo que tantas perforaciones en su rostro me han intimidado —las voces de algunas chicas llegaban a los oídos de Connor.
—Dudo mucho que alguien se acerque a Caín de nuevo.
—Puede que todos estén viendo a la chica equivocada.
Jaxon vuelve a fruncir el ceño sin quitar la vista de la morena, pero ella nunca llegó a los brazos de McFeller. Entonces, su peor miedo se hizo realidad. Ella, ella estaba ahí.
En su lugar una rubia petisa portadora de un feo suéter de lana que llegaba hasta la mitad de sus muslos y gruesas gafas de pasta rosa era recibida con los brazos abiertos. Caín McFeller ocultaba su sonrisa, una sonrisa genuina que nunca nadie le había visto dar, hasta algunas notaron las mejillas sonrojadas del hombre tatuado.
El hecho de que la rubia apenas se acercara al estereotipo con el que se acostumbra ver al líder Kpa-T había escandalizado a las mujeres y provocado algunas burlas por parte de hombres.
—¿Es ella?
Logra articular el castaño de cabello rizado luego de un lapso de tiempo en el que intentaba procesar la información. Sus ojos azules nunca se despegaron de la pareja y hasta se notaba lo incrédulo que estaba. Jaxon deja caer su cigarrillo apagándolo con su bota café, una de sus manos se dedicaba a moverse por su cabello en un intento de acomodarlo y pensar.
—No es lo que esperaba, pero la apuesta empieza ya —menciona Aaron.
Ella.
Ellas.
Por un segundo Isabella Sprouse pudo jurar escuchar un jadeo unísono mientras sus labios chocaban contra los de su novio en un pequeño beso en el cuál, él la ayudaba a alcanzar su altura con sus manos presionadas en su pequeña cintura.
—Bella, creo que hoy generaste impacto —aquel tono de voz solo lo podía generar ella—. Llévame a tu nuevo departamento.
—Vamos, tantas miradas en ti —las pequeñas manos de la rubia jugueteaban entre ellas, su vista se encontraba fija al piso.
—Estoy algo seguro de que está vez la que se lleva las miradas eres tú —una de sus grandes manos acuna el pequeño rostro de su novia mientras soltaba un suspiro—, no debiste venir aquí.
—Caín —Isabella miró fijamente a ese par de ojos que hace meses no veía— ¿no quieres que me entere de algo?
—No se trata de eso —la mandíbula tensa de él le aseguraba a Isabella que aquello no era verdad.
—¿Entonces de qué? ¿No quieres que sepa que te acuestas con media universidad? —suelta su mano con brusquedad.
Caín no dijo nada, tomó la pequeña mano de la rubia guiándola hasta la puerta del copiloto. Cuando ella sube él se inclina para ponerle el cinturón de seguridad con algo de brusquedad, al terminar su rostro se detiene a centímetros del de ella. Para Caín ella era su debilidad, pero no podía permitirse eso, no podía ser nuevamente débil por ella.
—No te atrevas a actuar de esa forma conmigo públicamente, ni en privado. Te irá mal si sigues con ese comportamiento de niña pequeña, tienes unos jodidos veinte años.
Aquello no era cruel. Ella lo había escuchado hablar de formas peores a otras personas. Sin embargo, ella no sentía nada.
Una fría mirada por parte de aquellos ojos azules —casi grises— fue lo único que ella recibió antes de que la puerta fuera cerrada de golpe provocando que saltara levemente en su asiento.
En cuanto la camioneta negra estuvo fuera de su vista Jaxon Rowell pudo respirar con tranquilidad. Había planeado tanto su forma de acercarse a ella debido a la apuesta que había aceptado un par de días atrás en la fiesta que había dado la fraternidad Kpa-T. El plan debía cambiar, todo debía cambiar por el simple hecho de que ella no era lo que alguno de los cuatro chicos esperaba.
—Nunca mencionaste que era una mojigata que no tiene nada que ver con lo que McFeller acostumbra —reclamó Aaron.
Mientras se giraba a sus amigos con los brazos cruzados sobre su pecho, Connor se escondía disimuladamente tras Ashton.
—No lo creí importante.
—¡Connor, eso cambia malditamente todo! —la voz de Jaxon fue elevada, se notaba intranquilo.
Y no habla precisamente de la apariencia de Isabella.
—Creo que podría ser más fácil.
—¿Qué quieres decir con eso Ashton?
—¿No lo ves? —pregunta Ashton—. Tiene de que puede caer más fácil, colaborar más.
—Creo que esto de apuestas es una estupidez, ya no estamos en la secundaria.
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Teen FictionLa llegada de Isabella a Inglaterra desencadena consigo una red de preguntas para la protagonista quien no recuerda algunos años de su vida. Se reencuentra con su novio, el arrogante, malicioso y sumamente inteligente Caín Mcfeller, quién le oculta...