Slaithwaite un pequeño pueblo a tan solo una hora de la universidad. Mi lugar de nacimiento y el lugar del que hui cuando me convertí en un fenómeno —para mi padre, aunque él no lo decía sabía que me veía como tal—.
La campaña política de mi padre, el señor Andrew Sprouse. Eran las votaciones y la familia debía mostrar apoyo. Mi padre y el señor Abel McFeller trabajaban mano a mano y a diferencia de otros políticos ellos realmente sí trabajaban para el pueblo y eso es algo que sí puedo recordar.
Faltaba media hora para llegar. Caín y yo íbamos en el tren y planeamos volver la mañana siguiente, él se encontraba descansando sobre mi hombro y mi mano se encontraba en su mejilla acariciándola un poco —lo había visto en algunas películas— y Caín parecía disfrutar eso pue la comisura de sus labios se eleva sin querer exponer la sonrisa.
—¿No crees que es raro que ahora Jaxon se ande cogiendo a Miriam? —preguntó.
—No, quizás siempre lo hizo —respondí.
—Hmm —se queda en silencio unos segundos—. Mierda, entonces eso hace más raro ahora el tema del rumor.
—Rumor —dije. No tenía muchas ganas de hablar del tema.
Caín se aleja de mí mientras negaba lentamente buscando su celular empezando a textear. Intenté echar un ojo, pero no pude ver nada.
—No, Isabella. Esto quiere decir muchas cosas
—¿De qué hablas? —pregunté—. Soy lenta, perdón.
—Ya te vas a enterar.
No hice más preguntas, no me importaban las cosas que tuvieran que ver con otras personas. Era chismosa pero no tan chismosa cómo podía serlo Caín.
Luego de unos minutos llegamos a la estación Slaithwaite y quince minutos después llegamos a la que pude reconocer como mi casa de infancia. La gran casa era una exageración y burla, un estilo completamente italiano. El vecindario era central pero pocas casas quedaban cercas. Por cosas del destino la casa de los McFeller era de las más cercanas a la nuestra.
Debido a todo lo que había olvidado parecía que no hubiera estado en ella en cuatro o cinco años, pero realmente solo habían pasado dos años. Fuera de ella estaba mi padre junto a su esposa. Ambos se veían en buen estado.
Contrario a mi hermana menor Anne que se veía delgada, su cabello rubio parecía no tener color y su piel estaba algo reseca. Los padres de Caín también estaban. Pude notar a Calibán McFeller llegar segundos después organizando su camisa de forma que me indicaba que se había estado cogiendo a alguien antes de llegar.
Algo que puedo recordar es que, a los trece años, catorce y hasta los quince años fantaseaba con Calibán, sexualmente puedo recordar que me atraía, lástima que ahora no siento nada.
Una gran bienvenida y yo debía sonreír, ser amable y actuar normal evitando comentarios desagradables. Lo había repetido Cindy —mi madrastra—mil veces por teléfono la noche anterior.
—Hola —saludé de lejos viendo a Caín abrazar a todos.
Cindy es la primera acercándose dándome un gran abrazo que yo no pude responder. Se aleja tan solo un poco sosteniendo mis codos y mirándome de arriba hacia abajo.
—Cambiaste el color de tu cabello, te queda mucho mejor —dice ella.
—Y tú sigues arrugándote más, como una pasa —dije logrando que ella se alejara de mí pero mantuve una sonrisa falsa en mi rostro.
Caín me pellizca un poco. Lo miro frunciendo el ceño, o intentándolo, notando que ahora se me estaba dificultando el movimiento gestual.
—¿Por qué haces eso? —pregunté, pero él se hizo el desentendido.
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Teen FictionLa llegada de Isabella a Inglaterra desencadena consigo una red de preguntas para la protagonista quien no recuerda algunos años de su vida. Se reencuentra con su novio, el arrogante, malicioso y sumamente inteligente Caín Mcfeller, quién le oculta...