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Después de aquella conversación acerca de Jaxon Rowell no pude evitar querer estar lejos de él. Había dejado dormir en mi casa a un chico que vendía drogas —no lo estaba juzgando, claramente—. Él podía meterme en problemas.

Esa tarde Caín había hecho muchas preguntas. Solo pude responder lo que sabía: Jaxon Rowell era mi vecino y lo conocí en circunstancias poco agradables. Al parecer aquello lo había dejado tranquilo.

Ahora ambos nos encontrábamos en un restaurante cerca a el campus, la cena de hoy iba por cuenta de Caín. Sus pies estaban en dirección a mí, lo que indicaba que él realmente estaba interesado en estar en ese lugar conmigo, en escucharme.

De algún modo debía decir que la atención que me estaba dando era agradable.

—Y sabes, igual no puedo ser amiga de alguien que tira de su cabello al estar feliz —dije.

—¿Quién tira de su cabello al estar feliz?

Él eleva una de sus cejas dejando una servilleta ahora en forma de bolita sobre el plato vacío.

—Exacto —respondí dándole un sorbo a mi jugo de pera.

—Isabella, ¿de dónde sacas que alguien feliz hace eso? —se ríe. Luego se dedicó a limpiar una manchita de comida en mi blusa— ¿Quién te dijo eso?

—Hmm, ¿recuerdas al señor Robert? ¿recuerdas a su secretaria?

—La rubia.

—Sí, ella estaba en su silla y gemía mientras se tocaba el cabello y hacia esas cosas raras como si quisiera arrancarlo —dije. Y luego añadí—: Ella dijo que estaba feliz porque había recibido un aumento.

Él suelta una carcajada.

—Dios, eso es. No debería reírme, pero lo haré. —y luego volvió a reír, intentaba hablar, pero volvía a reír—. Ella definitivamente estaba feliz.

—Sí, el señor Robert salió debajo del escritorio después —dije ladeando un poco la cabeza y luego negando—. Así aprendí un gesto de la felicidad.

Él me lleva a casa. La música no tarda en ambientar la situación en la que su cabeza descansa en mis piernas y yo me dedicaba a acariciar lentamente su cabello pasando mi vista por su torso desnudo repleto de tatuajes. En cierta parte mi nombre estaba tatuado, lo recuerdo bien.

Lifetime de Justin Bieber empieza a sonar provocando que el chico tatuado abra sus ojos y se ponga de pie casi de golpe tendiéndome la mano y tuve que aceptarla.

Nuestros cuerpos se unen prontamente mientas sostiene mi cintura con ambas manos, debía elevarme un poco para poder dejar mis manos en su nuca. Nuestras miradas chocaban por un par de segundos antes de ser elevada y obligada a rodear su cintura con mis piernas. Ahora nuestras frentes quedan unidad mientras él se encarga de moverse lentamente y en círculo.

Show me darkest parts of your heart, I ain't gonna run —su voz, su voz me hace temblar escondiendome en su cuello dejando que me cante como cuando éramos niños—. Every dance is slow, every kiss is woah... —él gira bruscamente haciéndome aferrar más a su cuerpo—. They say you know when you know, well I know...

I know you're the one —cantamos al unísono.

Por ese momento, por ese instante sentí que era la persona que quería en mi vida muchos años. Porque solo podía ver como me idolatraba con esa mirada llena de cosas que nunca podría sentir yo.

****

Al llegar el día siguiente a mi facultad un papel rosa adornaba cada puerta. Su contenido: una fotografía de Caín y a su lado una de Jaxon Rowell. Aunque no proporcionaba pruebas, dejaba mucho de qué hablar.

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