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Connor. El jodido Connor Carson estaba frente a mí a centímetros de meter un churro en su boca. Días, semanas buscándolo y él solo aparecía justo en mi momento de reflexión a lo película romántica.

—¿Yo? —preguntó. Se acerca a mí con notoria confusión.

—Tú —dije de nuevo.

Caín puso los ojos en blanco.

—Tú —repite Caín en un tono de voz no muy amigable.

Connor parece ignorar a Caín mientras se acomodaba la mochila en su hombro. Me levante y seguido de mí lo hace Caín —me sacude el trasero aprovechando para manosearme—.

—¿Crees que podemos hablar? —pregunté.

—Claro, ¿te parece si en otro momento? —me mira—. Tengo una cita justo ahora.

Él mira a Caín, Caín lo mira a él, ambos me miran y juro que yo estaba bizca en ese momento para poder mirar a los dos. Solo pude asentir y dejarlo ir no sin antes pedirle su número asegurando que íbamos a estar en contacto.

—No estoy muy feliz con eso que acabas de hacer —comentó Caín.

—¿Alguna vez estás feliz? —pregunté.

—¿Sabés tú qué es estar feliz?

—Touché.

Extrañamente, aunque mi supuesto novio y yo pretendíamos pasar la noche juntos, luego de una llamada dijo que tenia que ir al gimnasio. Solo pude asentir y pedir que me mandara comida, unas dos horas mas tarde él mismo me la trajo.

No sé si yo era ciega, pero podía jurar que aquel golpe en su ojo no estaba presente horas atrás. Él parecía agotado, tanto que no pudo llegar a la habitación y se quedo dormido en la sala de estar.

Me acerqué con cuidado quitándole los zapatos, procedí a quitar su hoodie, pero fue casi imposible. Decidí quedarme sentada junto a él, con frio. Por alguna razón no me quería alejar.

Por un momento se me cruzo por la mente que si esa fuera la ultima vez que lo veía, yo podría irme en paz.

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El "buen humor" me duró hasta el jueves por la tarde. Dos días después de haberme encontrado a Connor. Me mordí el labio, sin saber cómo reaccionar ante todo lo que Connor me decía —como si pudiera reaccionar— En medio de la cafetería ambos hablábamos en voz baja.

No era el lugar más discreto para hablar, pero aun así era el mejor para evitar rumores que hagan enojar a Caín, no era algo que quería en el mejor momento de nuestra relación.

Yo jugaba con la manga de mi suéter de lana y acomodaba mis gafas concentrándome en escucharlo. Asentía a todo lo que él decía.

—Entonces, estás diciendo que nos conocimos en la clase de biología —empecé a recapitular sus palabras—. Y justo una semana antes de las vacaciones de verano del último año desaparecí.

—Sí. Caín, Isis y tú nunca más volvieron a el pueblo —comunicó. Añade—: ¿Cómo es que no recuerdas nada de eso?

—La vejez —contesté llevándome una papa frita a la boca—. ¿Hay algo curioso que notarás en mí semanas antes de eso?

—Isis y tú discutían mucho unas semanas antes de eso.

—Imposible, nunca nos hemos llevado mal...

Él mueve su dedo índice de un lado a otro.

—No es lo que yo veía, pero es todo. No sé más de eso —él se queda en silencio unos segundos—. Una vez tuvieron una fuerte pelea, discutían por el novio de alguna.

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