Recuérdame.
Jaxon
Ella le iba a decir la verdad a Caín. No estaba seguro de los sentimientos que tenía Isabella por mí, y para ser sinceros tampoco estaba seguro de los míos.
Isis era una persona increíble pero el juego que tuvo conmigo nunca lo voy a perdonar. Sí pensé muchas veces en que Isabella solo quería seguir el juego de su hermana, pues para nadie era secreto que ella tenía una gran conexión con Cain.
Quizás lo nuestro era algo sexual, pero ambos lo estábamos disfrutando.
Ellas eran tan diferentes y producían sensaciones diferentes. Isabella era luz. Isis era una tormenta.
Isabella no me habla al llegar al lago Whitman. Se me hace raro puesto que siempre me habla antes de irse a dormir. Revisé nuestra conversación anterior, una foto de ella sonriendo era lo último que había enviado.
Ocho de la mañana. No había ningún mensaje, mamá no estaba en casa y mi padre tampoco. Padre, irónico. Cuando hace dos meses o más me había enterado de que mi tío no era mi tío. Y que mis primos eran mis medio hermanos.
Llegué a la cafetería donde trabajaba desde hace seis meses. La misma cafetería en la que Isis —pretendiendo ser Isabella— me hizo caer entre sus garras.
El telediario sonaba de fondo. Todos se quedan en silencio.
—Incendio provocado en el lago Whitman termina con la vida de una joven de diecisiete años.
—Pobre Andrew, perder a su esposa y luego a una hija —murmuró una anciana.
Me detuve. No había terminado de ponerme el delantal. No me atreví a girar a la gran pantalla.
—Lamentablemente la hija de la familia Sprouse perdió la vida en este lamentable hecho.
Tragué en seco. Sprouse nunca ha sido un apellido conocido. No espere a que la noticia terminará, dejé todo antes de irme corriendo. Buscaba con desesperación el número de Isabella.
El celular ni siquiera tenía señal. No sonaba, iba directamente al buzón de voz.
Caí en medio de la calle soltando unos gritos. No sabía a quién recurrir, decidí ir a su casa. Frente a ella había flores y velas.
Siento que la gente me veía con lástima. Un joven llorando desconsolado, con el cabello vuelto mierda tocando la puerta de la gran casa Sprouse.
—¿Qué crees que haces?
Calibán Mcfeller.
—Isabella… —limpié mis mocos.
Calibán niega solo un poco. Me agarra del hombro y me guía hasta su auto.
—Fue Isis…
Cierto alivio recorre mi cuerpo, de igual forma me duele. Miles de preguntas pasan por mí mente.
—¿Isabella está bien? —pregunté subiendo al auto.
—Manchester, la están tratando en Manchester. Ella no despierta…
Solté un suspiro. Iríamos a Manchester parece, recordé a otra persona.
—¿Caín? ¿Papá?
Calibán aprieta el volante y la mandíbula.
—Quemaduras de segundo grado. Papá está bien.
Una semana después Isabella no hablaba. No quería ver a nadie y todos permanecimos a la expectativa, la única vez que estuve solo con ella —y Caín— fue en el funeral conmemorativo de Isis. Había quedado tan calcinada que ni siquiera había un cuerpo completo. Me daba pena la familia.
Caín ahora estaba con ella junto con su padre.
El señor Andrew Sprouse sale soltando un sollozó. Tras él Caín, él en silla de ruedas recuperándose de las quemaduras. Nunca lo vi llorar, nunca lo vi tan vulnerable como ahora escondiéndose en la falda de su madre abrazándola como si fuera un niño pequeño.
—Señor Andrew…
—Ella no recuerda nada, ni siquiera sabe lo que pasó. Para ella —Andrew Sprouse no puede continuar—. Para ella los últimos dos años de su vida no existen.
Mis hombros decaen. Los últimos dos años, ella…
—¡Vete de aquí! —grita con rabia Caín—. Vete, porque ella no te recuerda y no lo hará.
No dije nada. Me tragué mis palabras y lágrimas antes de salir del hospital queriendo irme ya al pueblo.
Lloré como un niño pequeño. Ella no volvió al pueblo, ella ya no usaba las redes sociales. Vi a Caín unos meses después. Los tatuajes cubrían su cuerpo haciéndome pensar que era por las quemaduras que había sufrido.
Me gradué. Empecé la universidad y para mi mala suerte Caín Mcfeller también había entrado en la misma.
—¿Cómo está Isabella?
Era la pregunta que le hacía cada vez que nos encontrábamos.
—Feliz, cualquiera que no te recuerde debe estar feliz —era su respuesta siempre.
Entonces. Un día de la nada ella llegó a Manchester. Usando un feo suéter de lana, gruesas gafas de pasta rosa paralizando mi corazón.
No era nada igual a la Isabella que se había ido. Su rostro no tenía vida, se veía cohibida y sobre todo. Sus labios tocaban los de Caín Mcfeller.
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Teen FictionLa llegada de Isabella a Inglaterra desencadena consigo una red de preguntas para la protagonista quien no recuerda algunos años de su vida. Se reencuentra con su novio, el arrogante, malicioso y sumamente inteligente Caín Mcfeller, quién le oculta...