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El domingo por la mañana sucedió un acontecimiento extraordinario. Alguien realmente tenia los huevos u ovarios bien puestos para tocar mi timbre a las seis am. El sol apenas había salido. Y como si aquello no le bastara ahora era la puerta de madera la que sonaba.

Recordaba completamente que Jaxon Rowell se encontraba en mi departamento y lo único que pensaba era que él debía abrir la puerta —los servicios extra no estaban incluidos en las pocas libras que me había dado—.

Escuché perfectamente la puerta abrirse. Jaxon y la otra persona empezaron a hablar en voz baja. Estaba perdiendo horas de sueño por esto, me puse de pie y arreglé un poco mi cabello.

—No deberías estar aquí.

—¿Eso es miedo?

—No, pero no la debes involucrar en esto.

¿En esto? ¿Qué clase de problema tenían esos dos? ¿Jaxon y Caín se conocían?

Ambos chicos frente a frente al final de pasillo, no habían notado mi presencia.

Esa tensión me recomendaron reconocerla, sin embargo. Hay muchos tipos: sexual, por ejemplo.

—¿Se van a besar o algo así? —pregunté.

—Caín tiene buen trasero, pero...

Caín se acerca rápidamente a mí.

Me toma por los hombros y escanea todo mi cuerpo. No entendía la razón, pero él seguía en eso, era casi como si se estuviera asegurando de algo. Para cuando recordé la presencia de Jaxon este ya no se encontraba. Sabía que nos veríamos al día siguiente en mi tercera clase del día la cuál era la única que teníamos en común.

—Volveré a dormir, no me agradan los escándalos a tan tempranas horas.

—Me quedaré contigo —dijo.

—Caín, te dije que te hablaba cuando entendiera y cuando yo quisiera —dije apretando mis labios en una mueca de supuesta pena, alzando la barbilla para poder verlo a los ojos—. Si tienes dignidad deberías irte.

Sus grandes manos toman mis mejillas mientras soltaba un pesado suspiro. Él se veía algo cansando y el olor a alcohol se mezclaba un tanto con aquel perfume caro de Hugo Boss que me gustaba.

Caín McFeller era sin duda alguna un prototipo de hombre ardiente, pero eso no le quitaba nada el hecho las cosas que salían de su boca y que tenia sus red flags.

—Lo sé, pero, si estás de ese modo quiere decir que algo estás sintiendo muy en el fondo —me dijo—, es un gran avance.

A pesar de sus caricias tiernas, su tono de voz suave y su guardia baja solo podía pensar en una cosa;

¿Cuándo le hice ese chupete?

Eso estaba mal, lo sabía. ¿Esto era una nueva crisis? no podía simplemente llamar a mi psicólogo. ¿Cómo tenía que actuar al ver a mi novio con un chupete que nunca le hice?

—Me estás engañando —dije finalmente—. Esto es algo que yo nunca haría, aún con tus tatuajes es claro que hay un chupete.

—¿De qué hablas?

Toque con mi dedo índice la zona. Suspiré al dar un paso atrás y de inmediato encaminarme a la habitación siendo dramática. Elena Gilbert debe estar orgullosa de mí.

Él me sigue y se quita los zapatos tirándose en la cama. Solo puedo cerrar la puerta tras de mí y tirarme junto al castaño.

Él sabía perfectamente que no me afectaba el hecho de que yo supiera acerca de aquellos libertinajes de su parte. Después de todo Caín solo tenía seguro que me tenía a mí, Pero, justo ahora no puede ponerme en vergüenza de esa forma.

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