Dejando de lado lo que yo pensaba eran los planes malévolos de Jaxon para separarme de Caín. Se podía decir que yo era un gran porrista —no era que recordara esa etapa de mi vida— pero después de que la información de eso había llegado a mis oídos podía sentir en mis venas aquello. Por eso, cuando el puño del contrincante de Caín fue a parar en su mejilla me acerqué. Me abría paso entre los hombres sudorosos, senos del tamaño de mi cara y marihuana.
—¿Eso es lo mejor que tienes? —grité al contrincante—. ¿Cómo se llama el moreno?
Jaxon estaba a mi lado ya.
—Es Tobías.
—¡Dale más duro, Tobías! ¡muéstrale el dolor! —grité de nuevo—. Eso es, que sufra.
La gran carcajada de Jaxon resuena en mi oído y me apoya con los gritos. No me gusta eso, solo yo podía insultar a Caín. Pero, lo dejo pasar.
Para ese momento Caín me había visto y sin mucho lío logra derribar al grandote. No celebra, no deja que la modelo en tanga se le acerque y camina directamente a mí. Él estaba enojado y no solo por la pelea, pero esos ojos que lo hacían parecer un toro enfurecido iban dirigidos a Jaxon.
De ver es increíble la tensión sexual que manejan estos dos, hoy en día no es un tema tabú. Deberían ser libres ¿estaba yo impidiendo el amor de esos dos hombres? —o solo es odio, de todos modos yo no sé de esas cosas—.
Sumida en mi pensamiento no llegué a notar que ambos estaban frente a frente. La diferencia en alturas no era mucha, Jaxon era un poco más alto como dos centímetros. Por un momento recordé un documental de apareamiento ¿o era rivalidad entre machos alfa?
Todos alrededor empezaban a gritar pelea. Yo empecé a mirar a todos lados buscando la pelea, pero la gente nos miraba —ellos eran la pelea—.
—Deberías subir —señala Caín—. ¡Sube y demuestra que eres más que un tipo que anda tras de mi novia!
—Es cierto. Andas tras de mí —señalé empezando a caminar a una banca dejándome caer—. ¿Dónde venden esas palomitas?
Jaxon me echa una mirada que no pude comprender: la de ojos locos.
Estaba totalmente ajena a lo que ellos se decían, era en voz baja. Pero cuándo vi a Jaxon Rowell quitarse los zapatos, camisa y pantalón poniéndose una pantaloneta y subiendo al ring solo pude acomodarme mejor en mi asiento.
Nunca entendí el sufrimiento de la protagonista en los libros al ver a su novio peleando. Y aunque yo no me divertía tampoco sentía temor o enojo. Era agradable ver a Caín ganar ya sea en sus debates sobre política —un chico nerd— o jugando fútbol. No iba a ser hipócrita en decirle "mírame, estoy aquí, mírame y tranquilízate".
Tampoco era tonta y comprendía que Jaxon estaba notando mi falta de emociones —no solo porque estoy viviendo mis meses malos en los que ni un músculo de mi cara se expresa— también porque era claro cómo reaccionaría una chica al ver a su novio golpeando salvajemente y cubierto de sangre.
Se podía ver claramente que estaban a mano limpia. Ninguno lleva guantes. Todo estaba en un increíble bullicio, se debía esperar un momento para las apuestas. Pero, mientras la gente apostaba dinero ellos apostaban otra cosa.
Ambos sacaron sus puños con furia. Había empezado luego de que la chica en tanga saliera del ring. Jaxon intentó mantener la distancia, pero le llegó una mano al rostro de forma limpia. Después intentó contraatacar, pero no alcanzó su objetivo ya que Caín se había corrido dado pequeños saltos. Jaxon volvió a embestir lográndolo ahora. Sacó 4 o 5 golpes que fueron a parar directamente al abdomen de Caín logrando que se retorciera. De nuevo Jaxon ataca y Caín intentó esquivarlos, pero volvió a recibir dos impactos terribles en mandíbula —rogaba por no verlo chimuelo después de la pelea—. Después de aquello quedó tocado. La sangre empezó a brotar de su boca.
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Teen FictionLa llegada de Isabella a Inglaterra desencadena consigo una red de preguntas para la protagonista quien no recuerda algunos años de su vida. Se reencuentra con su novio, el arrogante, malicioso y sumamente inteligente Caín Mcfeller, quién le oculta...