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Jaxon Rowell seguía en mi cocina. Él buscaba cualquier cosa para comer y evitar hablarme, pero aún así no se iba de mi departamento. Es un hombre extraño, nadie puede ser tan normal como yo.

Decidí romper el silencio.

—¿Estás comiendo para no decir que sientes algo por mí? —pregunté. Me acerqué a él quitándole la caja de cereal—. ¿Es por mis ojos? ¿Por mis labios? ¿La cebolla que te di?

Empecé a batir las pestañas y luego hice boca de pato. Dejé de hacer el tonto cuando Jaxon se acerca peligrosamente a mí, con mi dedo índice toqué su pecho intentando alejarlo. Pero, claramente fue imposible.

—Estás invadiendo mi espacio personal.

—No. No estoy haciendo eso —dijo. Sus manos toman mis mejillas—. Por más que intento buscar algo en ti, nunca veo nada. No lo veo...

—¿Qué mierda estás haciendo con ella? —preguntó Caín. Su voz logro erizar mi piel.

No sentí su momento de llegada y tampoco lo podía ver porque las manos de Jaxon retenían e inmoviliza mi rostro.

—Oh, solo iba a besarla —respondé.— ¿No es así?

Él me mira y yo negué. Ni siquiera entendía el contexto de la situación.

—Suéltala ya —exclamó Caín.— Nunca te basta nada, esta es tu jodida manía. Querer todo lo que tengo.

El rostro de Jaxon se vuelve serio, su mandíbula se tensa y el agarre en mi rostro es cada vez más fuerte.

Antes de que Jaxon pudiera soltar mi rostro por su cuenta, los grandes brazos de Caín impactan contra él provocando que Jaxon me soltara de forma brusca e impactará contra el refrigerador. De la nada ambos hombres se empezaban a golpear llevando la pelea hasta la sala.

—¡No, deténganse! —exclamé. Ambos me miran, me acerco con cuidado empujándolos a un lado—. Estaban ensuciando mi alfombra, pueden seguir.

Ellos siguen en lo suyo mientras yo me acerco a unas cajas —que era obvio había llevado Caín— abrí estás y empecé a comer los fideos chinos que se encontraban en su interior.

Me impresionaba más que Caín conociera tan bien mis gustos para la comida que el hecho de que alguien se pudiera doblar de la forma en la que ellos estaban.

Los pude ver a ambos tirados en el piso intentando normalizar su respiración. Nunca pude ver entender la necesidad de los hombres de irse a los golpes y aunque no podía entender los sentimientos era claro que entre esos dos había puro odio. Como Stefan y Damon... Eso quiere decir que...

—Ni crean que voy a ser Elena, nunca no...

Sin ganas de seguir aguantando la situación y de ver la sangre en la nariz de Jaxon y en el labio inferior de Caín solo decidí levantarme; —Bueno ya váyanse, no me gusta para nada ver sangre. Podrían ensuciarme algo.

Jaxon es el primero en irse —no sin antes insultar a Caín— este lo sigue hasta la ventana. La cierra de forma brusca y le coloca el seguro para después cerrar las cortinas.

Caín se gira a mí y a paso firme se acerca. No puedo ver que hay en sus ojos, pero algo era seguro: Caín estaba vulnerable ante mí. Caín McFeller tenía una lágrima corriendo por sus mejillas, la cual segundos más tarde limpia con brusquedad.

—¿Te duele algo? —pregunté.

—No me hagas esto de nuevo. No con él —su voz era suave y parecía algo, algo rota—. No, solo no.

—¿De nuevo? —pregunté—. Yo no hice nada...

Otra lágrima, y otra. Caín estaba llorando y parecía que yo era la culpable.

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