Baúl de recuerdos

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Kim Taehyung

Me resulta difícil hablar sobre mí, pero haré lo sencillo y comenzaré por el principio.

Nunca fui muy común, siempre me la pasaba horas jugando solo, y no era porque me gustara. Mis padres vivían en un lugar alejado, en el que no había niños con los que se pudiese jugar, así que no tuve muchos amigos durante los primeros años de mi vida. Tampoco tenía hermanos, y creí que nunca los tendría.
Cientos de veces rogaba a mis padres para que me concedieran el deseo de tener un hermano, imploraba tener un compañero de juegos que, además, también fuera mi familia. Hubiese preferido no hacerlo, porque le rompí el corazón a mi madre en mil pedazos con cada ruego.
Ella se resistía a llorar, y solo me decía que no era posible concederme tal deseo. Entonces me ponía a llorar, porque amaba a mi madre y creía que ella no me amaba.
Años después supe que mamá no podía tener más hijos, porque estaría arriesgando su vida. De hecho, mi nacimiento estuvo lleno de doctores que luchaban por mantenerme con vida, así como a mi madre. Ni siquiera pude nacer como un ser humano común, ¿en qué me convertía eso?
Casi muero al nacer, y lo peor no era eso. Lo peor es que mi madre estuvo cerca de morir.
Dejando de lado mi caótica venida al mundo, dejé a mi mamá sin la posibilidad de tener más hijos. Y su sueño era tener una niña, básicamente se lo había arruinado.
Bueno, yo sabía que no era mi culpa, sólo era un bebé.
En la actualidad, me siento triste al recordar las ocasiones en las que rogué a mis padres por un hermano, ahora entiendo que sus rostro solo estaban cargados de enorme tristeza.

Descubrí que tenía una abuela, aunque tampoco concedían a mi deseo de visitarla. Hasta que a los siete años accedieron, probablemente porque yo no tenía amigos y se sentían mal por eso.

Así que visité a la abuela. Ella tenía un aura imponente y aterrador. Usaba siempre un moño para recoger su espeso cabello medio grisáceo, puedo confesar que solo una vez en la vida pude verla con su melena suelta. Tenía una postura rígida y erguida, que la hacía lucir extremadamente alta, y eso que ya debía medir al menos 1,75 m. Daba órdenes a sus empleados como una coronel, pero nunca le vi maltratar a ninguno de ellos, solo era estricta y le gustaba que el trabajo se hiciera perfecto.

La primera semana de ese verano ella no me miraba, literalmente apartaba sus ojos en cuanto yo aparecía en su campo de visión. Supongo que trataba de resistirse a su nieto, no quería que yo fuese su debilidad. Al final, resulté ser su persona favorita. Yo le preparaba comida con los empleados, le hacía dibujos e intentaba agradarle. Así fue como logré romper la barrera que ella había creado.
La amé muchísimo.
Me dio todo el amor que le había negado a su hijo desde que se casó con mi madre. En mí, la abuela veía a su hijo, puesto que yo era una mini versión de él. Claro que tenía algunas facciones de mamá, como que mi rostro era un poco más fino. Pero si la abuela lo notó, yo nunca lo supe.

Cada verano la visitaba, era la mejor parte de mi año, se los puedo jurar.

Luego ella murió, pero antes me hizo jurar que haría amigos. Quedé devastado con su muerte, y creí que nunca podría superarlo. Pero como todo en la vida, me obligué a seguir adelante. Tenía su recuerdo presenta cada segundo, y también la promesa que le había hecho antes de morir.
Así que en mi primer año de instituto ya tenía un círculo de personas que me agradaban. Y también tenía un mejor amigos, Park Jimin. Todo fue de maravilla, absolutamente todo.

Hasta que claro, mis padres quisieron adoptar a una niña. Mis pensamientos eran confusos, porque en parte también había sido mi deseo. No obstante, tendríamos que dejar nuestro hogar, y a mis amigos, que me había tomado años encontrar.
Mi madre se merecía tener una hija, y yo aún me sentía culpable por lo de mi nacimiento.
Así que acepté mudarnos, haciéndoles prometer que regresaríamos en un año. Pues quería cursar el último año de instituto con mis amigos, lo aceptaron y me despedí de Jimin. Antes de irme le vi muy coqueto con nuestra amiga, Rosé. Estaba seguro de que cuando regresara los encontraría como una pareja feliz.

¡Santa, soy Lalisa Manoban!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora