Un estudio al corazón.

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Había transcurrido otro mes, tan velozmente como lo hizo el anterior. Ahora teníamos parciales, y no podía reunirme con Taehyung. Estaba bien, pero lo extrañaba. Supongo que es normal extrañar a alguien si todos los días te reúnes con esa persona después del instituto. Así fueran solo diez minutos, siempre lo encontraba en mi puerta o el me encontraría en la suya. Pero hace una semana que no podíamos pasar tiempo de calidad.
Me encontraba mirando varios ejercicios de física, esos casi siempre los dejaba de último, realmente odiaba todo lo que estuviese involucrado con las matemáticas. Lo odiaba porque no era nada buena, claro que obtenía buenas notas, pero el costo eran muchos desvelos.
El lema que rige mi vida estudiantil es:

Si no te gusta, asegúrate de aprobar.

Quizás es confuso, pero es mejor esforzarse que repetir la materia. Sería absurdo no estudiar, para luego tener que repetir un curso de física. Sería como  masoquismo.

Alguien abre la puerta de mi habitación, papá. Aparece con una bandeja de comida, y reconozco que mi estómago ya me lo pedía a gritos. Y él sabe que cuando estudio no me preocupo por nada más que los libros y cuadernos.

—Traje tu merienda nocturna —entra y deja la bandeja en mi escritorio, la boca se me hace agua de ver ese delicioso sándwich —. Quiero que te tomes un descanso para comer, y no hay objeciones.

Asentí, he aprendido que en este tema del descanso no tengo voz. Su manía de vigilarme comenzó hace tres años, cuando realmente le preocupó que su hija de trece años se mantuviera despierta durante las noches para estudiar.
Me confrontó de manera cariñosa al respecto, y aunque ni yo misma sabía la razón de mi obsesión por obtener buenas calificaciones, él lo descubrió muy rápido.
Hace tres años me preguntó si yo creía que él estaba orgulloso de mí, le dije que no lo sabía. Entonces sonrío y me abrazó, casi llorando. Les contaré un poco de eso, es un recuerdo que siempre me hace sentir feliz.

—Lis, ¿cómo puedes creer que no estoy orgulloso de ti? —yo no lo sabía, para nada, solo no creía que fuera digna del orgullo de un padre tan perfecto.

—Es que... papá no estés triste —me sentía mal por hacerlo sentir de ese modo, en ese momento sentía que todo lo que hacía estaba mal.

—Lisa, te quiero tal y cómo eres. No importa si obtienes algunas calificaciones bajas, no tienes que obsesionarte con hacerme sentir orgulloso —sus ojos brillaban, estaba a punto de llorar.

—Es que debo ser buena —debía ser buena por él, después todo mamá se fue a los pocos años de mi llegada a casa, y no podía evitar sentirme responsable.

—Sí, pero no solo por mí —acarició mi cabello —. Eres fantástica, pequeña.

—¿De verdad lo crees? —yo estaba llorando muchísimo, desconsolada.

—Por supuesto —me llevó a la cama en sus brazos, me sentía muy pequeña —. Y lo que hagas para ser mejor, hazlo para ti misma. No para otros.

Es un recuerdo magnífico, aunque nunca dejé de estudiar. Y convencí a papá de que el estudio era solo para mi satisfacción. Estoy acostumbrada a dedicar el tiempo necesario al estudio, y no me molesta porque las buenas calificaciones siempre hacen sentir orgullosos a los padres. También hago descansos, porque eso es importante para la tranquilidad de mi padre.

Él se sienta en el borde de mi cama, tiene cierto aire de preocupación en su rostro. Yo permanezco en mi silla, comiendo el sándwich de aguacate.

¡Santa, soy Lalisa Manoban!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora