Eres una burbuja de paz

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Las olimpiadas académicas iniciaban en trea meses, lo que en realidad era poco tiempo, así que las reuniones del grupo comenzaron inmediatamente. Taehyung parecía estar tranquilo, mientras que yo era un manojo de nervios andante, nada extraño de mi parte. Sin embargo, a veces sentía ganas de arrojarle a Taehyung las tarjetas de práctica, porque me enfadaba con él por estar siempre tan relajado, es como si competir no le produjera absolutamente nada, ni nervios ni miedo.

Recién había terminado la última clase, y ambos caminábamos hacia el aula en la que nuestro grupo se reunía para practicar.

—Te odio, ¿lo sabes? —le dije empujándolo un poco.

—Wey, contexto please —contestó con una mueca muy tonta —. Explícame la razón de tu odio hacia mí en este momento —me volvió a ver.

—Primero, deja de hablar con memes. Y segundo, te odio porque no pareces nervioso por nada de esto, te ves muy tranquilo —giramos en un pasillo.

—Ya me conoces, nunca he sido muy expresivo con lo que siento —él se detuvo en medio pasillo, no dijo nada durante un momento —. Aunque para ti no es lo mismo.

Volvió a caminar, como desentendido de la conversación. Así que me coloqué justo frente a él para evitarle el paso.

—¿A que te refieres con eso? —él iba a pasar por el otro lado, así que me moví para impedírselo.

—¿No me vas a dejar a pasar, verdad? —negué varias veces y me crucé de brazos —. Lisa, soy mucho más alto y fuerte. Podría pasar sin esforzarme demasiado.

—Pero no lo intentarás —dije segura.

Su dedo fue a mi frente y me empujó suavemente, yo intenté parecer imponente.

—Bien, bien —dijo mientras suspiraba—. Tú ganas.

—Siempre gano, ahora dime.

—A ver, es que contigo es diferente, eso deberías saberlo. Desde que enamoré de ti, no puedo esconder lo que siento. Eres como mi criptonita, naranjita.

—Algún día vas a matarme de amor —me giré para comprobar que nadie nos escuchara —. Dices esas cosas tan lindas. Aunque debo admitir que me gustaría que dijeras mi nombre más seguido.

—¿Quieres que diga tu nombre? —él rió antes de besarme en la mejilla, yo asentí —. Haces que me sea imposible ocultar lo que siento por ti, Lalisa Manoban.

Me encantaba que dijera mi nombre, sonada tan hermoso cuando salía de sus labios. Sobretodo porque no lo decía muy seguido, siempre usaba apodos. Y no me malinterpreten, también me gusta eso, pero me derrite escucharlo decir mi nombre real.

—Ahora, ya que lo he dicho —volvió a confirmar que nadie estuviera cerca —. Te demostraré porque no puedes pretender ganarme, berrinchuda.

Dicho esto, sentí como sus manos iban a mi cintura y me echaba como un saco sobre su hombro. Iba a pelear, pero tenía experiencia para saber que igual no me bajaría.

—Taehyung, si una persona aparece va a ver mi ropa interior —él giró varias veces para revisar, yo me mareé —. No des tantas vueltas, estoy en tu hombro y tengo estómago débil.

—No hay moros en la costa, Zanahoria—suspiré aliviada —. Además, las chicas usan shorts debajo de la falda, ¿verdad? Tú me has dicho que usas una.

¡Santa, soy Lalisa Manoban!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora