33) Con un bebé llegan responsabilidades.

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Lixabeth volvió a abofetear a Tom, odiaba que la bese y cause esas mariposas locas en su estómago.

— No vuelvas a tocarme, olvídate de todo lo que pasamos, tu y yo nunca fuimos nada y este bebé jamás será tu hijo. — sentenció la rubia limpiando las lágrimas que la traicionaron, Tom sobo su mejilla y la miró sorprendido.

El semblante de Tom cambió, reinó la seriedad en su rostro y miró hacia otro lado.
Le dolió,aunque no lo admita. Le dolió mucho, porque ese bebé era suyo, no había forma de que no sea suyo.

— Sé que ahora estás herida, dices cosas que me modifican mucho, respetaré eso y tu distancia. Pero jamás — la miró a los ojos y aclaró su garganta que estaba a punto de quebrarse — jamás digas que no es mí hijo, porque es tan mío como tuyo — Lixabeth lo miró sorprendida, él tenía los ojos más brillantes y miró hacia otro lado nuevamente.

No iba a llorar porque su orgullo no lo dejaría, pero no aceptaría tampoco que le niegue a su propio hijo.

— Yo puedo darle todo lo que le haga falta, no te necesito. — dijo Lixabeth dándole la espalda, Tom bajó la mirada y no supo que decir.

Era un punto para Lixabeth, ella era adinerada.
Él era pobre, ni si quiera tenía padres.

— No me daré por vencido. — dijo Tom dejando la rosa que trajo sobre la mesita de noche.

Se fue hasta la chimenea y miró por última vez a la persona que ganó su corazón y ahora lo rompía.

— Habitación de Tom Riddle, Hogwarts. — dijo serio y tiró el polvo en el suelo.

Las luces verdes reflejaron en toda la habitación, Lixabeth giró su cabeza y solo vió el humo que él dejó.

La rosa que bailaba sola sobre la mesa llamó su atención, era de color celeste brillante.
Era simplemente hermosa, sonrió ampliamente y acarició los pétalos que seguían danzando.

Sería difícil pero estaba dispuesta a esperar por él, a hacer que luche por ambos.
Que parezca imposible su relación, aunque su corazón ya le pertenecía le Tom Riddle.












Tom estaba tomando su última clase, concentrado para lograr buenas notas.
No solo buenas, las mejores.
Quería cerrar un año como el mejor, para que su hijo se sienta orgulloso el día de mañana.

Terminó su último trabajo, lo dejó sobre el escritorio del profesor y se fue.

Todos habían notado los cambios en Tom, ni si quiera asistía a las reuniones del club de las eminencias.
Tampoco bebía con sus amigos, ni si quiera hablaba con ellos.

Se dedicaba a estudiar, dormir y espiar a Lixabeth por las noches.

Le dejaba una rosa mágica cada noche, con distintas cartas que dejaban sus buenos deseos y sus saludos hacia ambos.

Atravesó los pasillos y subió a toda prisa hasta su cuarto, dejó sus cosas escolares y tomó solamente la mochila con algunas cosas.
Se quitó la túnica, acomodó su camisa y tomó un saco.

Se sentía nervioso, estúpido a la vez.
Pero dicen que por los hijos uno deja todo, eso incluye dejar su dignidad.

Lo más preciado por Tom Riddle, su dignidad.

Cerró la puerta con seguro y tomó polvo para irse, se adentró a su chimenea y suspiró profundamente.

— Diagon. — dijo tirando el polvo al suelo y desapareció.

Apareció entre humo, en el callejón Diagon.
Todas las brujas y brujos iban y venían, comprando y paseando.

Tom caminó a paso dudoso por la calle, no tenía idea de que encontraría allí.
Pero debía probar suerte, por su hijo y por Lixabeth.

Debía ser hombre en todos los sentidos, hacerse cargo de las cosas como son.
Si bien no tuvo un padre que fuera hombre para acompañar a su madre, él no repetiría la misma historia.

Le brillaron los ojos al ver un letrero.

Se necesita ayudante.

Caminó hacia la entrada de la tienda y miró el nombre.

Burgín y Burkes.

Abrió la puerta e ingresó, era una tienda que estaba llena de personas, todas viendo las curiosidades y comprando antigüedades.

— Bienvenido, estamos muy ocupados porque solo estamos dos personas, pero si quieres puedes pasar a ver artículos. — un hombre bastante viejo y con el cabello gris le saludó y sonrió amablemente.

— en realidad vine a ver si estaba disponible el puesto de ayudante, busco empleo — dijo Tom con seguridad, el hombre le sonrió ampliamente y extendió su mano.

— Bienvenido, trabaja duro y te irá bien. — Tom lo miró incrédulo, había conseguido el empleo asi de fácil.

— Gracias, prometo que no se va a arrepentir. — dijo Tom mientras estrechan sus manos.












Eso era solo el comienzo, tener un bebé era mucha responsabilidad y él sería capaz de ello y más.

Amortentia (Tom Riddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora