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Kara se estaba muriendo. Bueno, no literalmente, pero casi. El sol se colaba en la habitación calentándola como el infierno, eran las diez de la mañana y ella se cubría la cara con las cobijas, asfixiándose. Quince minutos después, se rendía, no podía seguir durmiendo con ese calor, ni siquiera debía sentir calor, pero allí estaba, asomando los ojos por encima de las sabanas y frunciendo el ceño al sentir la luz brillante darle en la cara. Cómo le dolía la cabeza.

Con pereza se destapa, apenas notando el desastre de la noche anterior: ropa por todos lados, zapatos y una botella de un licor no muy bueno. La poca voluntad (y honor) restante en ella la obliga a prepararse para el trabajo, después de todo apenas era martes y las personas que aún conservaban su decencia no salían a beber hasta perder la conciencia por no poder afrontar la realidad de su vida. Kara no era una de esas personas, estaba muy lejos de serlo, de su antiguo yo, de su responsabilidad infalible y su alter ego poderoso.

Lejos de la maldita Supergirl.

Iba a CatCo con retraso, como cada día desde hace 6 meses y cuando llega, el ascensor se abre desvelando la superpoderosa cara de la, ahora, superheroína de Ciudad Nacional. Claro, trabajaba en CatCo, el lugar donde cada mañana la recibía el antifaz azul y la estúpida cara de Dreamer salvando el día. No, no le importaba y la cara de Dreamer era linda. Por Rao, Nia era su amiga, pero ¿Y Supergirl? ¿Dónde estaba la superheroína predilecta? Muerta, muy muerta.

Con pasos apresurados se aleja de los televisores para colarse en su propia oficina, pretendiendo aparentar estar ahí desde primera hora de la mañana, trabajando en los eventos deportivos más importantes de la semana, por supuesto renunció a los reportajes, ¿qué tenía ella para decir? Todos esperaban respuestas de su parte, el paradero de Supergirl, sus planes, su salud, ¿estaba bien Supergirl? Bueno, Kara no lo estaba, nada bien.

Sin embargo, no logra pasar desapercibida, pues la mismísima Cat Grant estaba sentada en su escritorio, con esa expresión infalible y diversión en los ojos, esperándola.

—Señorita Grant... ¿Qué hace aquí? —Dice Kara aparentando seguridad en la voz—¿Es por el partido de fútbol? Porque planeaba incluirlo en la edición de mañana, aunque... —Cat Grant le hace un gesto, indicándole detenerse.

—Kira, Kira, si quisiera saber sobre deportes la sección de deportes no serías sólo tú —Cat la miraba como siempre, desde lo alto—Como sea, querida, no estoy aquí por tu... —Se aclara la garganta. Cuando Kara le dijo preferir encargarse de los deportes, Cat la había mirado con desprecio, incapaz de tomarla en serio, pero como todos creyó que era temporal. Seis -malditos- meses desde esa conversación.

—Excelente trabajo en tu sección, sino porque necesito que cubras un reportaje —Kara la mira con incredulidad y un atisbo de sonrisa en la cara, antes de poder siquiera empezar a hablar Cat continua— Y si no quieres hacerlo, Kira, te despediré, porque no recuerdo contratar a una cronista de deportes, contraté a una gran reportera y eso es lo que quiero ver en mi revista—.

—Oh, vamos, señorita Grant, ya no hago reportajes, renuncié a ellos... y a todo lo demás, usted lo sabe —Se queja la rubia con el ceño fruncido, no planeaba volver a su anterior trabajo, de ninguna forma.

—Ahora volverás a ellos, Kara, a menos que quieras irte de CatCo y hablo en serio —La empresaria comenzaba a alejarse y al llegar a la puerta, voltea—Por cierto, es sobre Lena Luthor y su empresa ¿Luthor Corp?... Chop, chop —Dice saliendo por la puerta sin esperar respuesta.

Lo menos deseado por Kara era tener atisbos de su vida pasada, la cual incluía a la superheroína y a la reportera, pero ahí estaba, investigando quién era Lena Luthor y qué quería en Ciudad Nacional. Maldición, era mucho para ella, necesitaba una pausa y un trago. Sobre todo un trago.

Lena Luthor podía esperar hasta el día siguiente.

El sol encerrado en una habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora