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Lena estaba en el apartamento de Kara, últimamente siempre cenaban juntas, ya fuera que Kara la recogiese en el trabajo o viceversa, después cenaban en uno de los apartamentos y dependiendo de la hora a veces volvían al suyo o se quedaban a dormir, la rubia había sospesado la idea de decirle a Lena cómo no había ningún problema si traía algo de ropa consigo, le haría un espacio en un cajón, así no debería despertar tan temprano para ir a su propio hogar y cambiarse de ropa, porque la ropa de Kara no era tan elegante ni de lejos. Pero un cajón era un cajón, un nivel de compromiso al cual, la reportera no sabía si habían llegado aún.

—¿Qué piensas? —Susurra Lena en su oído, se había acercado hasta rodear su cintura y ahora apoyaba la cabeza sobre el hombro de Kara, quien parecía estar absorta mirando las estrellas y se estremeció bajo su tacto, sujetando las manos de la pelinegra, las cuales reposaban sobre su plano vientre.

—Echo de menos volar —Admite Kara en un suspiro—Era liberador, allí arriba no hay nada y a la vez lo observas todo, podía cerrar los ojos y si me concentraba podía escuchar el corazón de Alex latir, sin importar donde estuviera, extraño eso —Cuenta con la voz pintada en nostalgia.

—Lo siento, cariño —Responde Lena, sin tener nada más para decir.

—No es tu culpa, también pensaba en Krypton, cuando llegué aquí me pasaba la noche entera mirando el cielo, tratando de encontrarlo, como si no hubiera desaparecido, Alex era un dolor de cabeza, era tan mala al principio, pero fue la primera en hacerme sentir como en casa, una noche sólo me abrazo y miró el cielo conmigo, me dijo que no volvería allí, mi hogar ahora era ese: la casa en Midvale, con los Danvers, incluso con ella, mi insufrible hermana adoptiva —Ríe levemente con las lágrimas desbordando sus azules ojos y Lena estrecha más el agarre.

—¿Sabes? Cuando estaba en la universidad los alíens comenzaban a ser un tema relevante, tal vez gracias a Superman, pero también se les temía, había muchos de ellos que no entendíamos y entonces me interesé por el tema, no como mi hermano, claro, pero comencé a investigar muchos planetas e investigué Krypton y Dios, suena como un lugar genial ¿no es así? —Indaga la pelinegra.

—¿En la universidad? ¿tenías como 12 años? —Bromea con ella Kara y Lena ríe alegremente.

—No soy esa clase de genio —Protesta con una gran sonrisa.

—Bueno, lo pareces —Alega la rubia, también sonriendo—Y Krypton era un lugar asombroso, habíamos erradicado muchas enfermedades, era un lugar muy tecnológico, lo amarías ¡Ah, y mi padre te habría amado! Era un gran científico, como tú —Susurra Kara y la pelinegra suelta su agarre, permitiéndole a la ojiazul darse la vuelta para enfrentar sus miradas y enredar las manos en su cintura.

—¿Aún lo extrañas? —Pregunta Lena, refiriéndose a su planeta y Kara se queda pensativa un instante, hace tan sólo unos años aún lo hacía, pensaba que si Krypton siguiese existiendo ella buscaría miles de formas para llegar ahí, para volver a su hogar, pero ahora; ahora era distinto, toda su familia estaba ahí. La familia que ella había elegido, sus amigos, su hermana, Lena. Ella no sería capaz de abandonarlos, de dejar a su hermana y a su inminente familia o de dejar a Lena, porque la ama inigualablemente. Krypton era parte de su pasado y no lo olvidará jamás, vivirá con ella en sus recuerdos, pero su presente inevitablemente está en la Tierra con sus seres queridos.

—No, la Tierra es mi hogar ahora —Responde finalmente mirándola a los ojos—Tú eres mi hogar —Susurra, juntando sus frentes y rozando suavemente la nariz contraria.

Lena llega a L-Corp a la hora usual, está sirviéndose una taza de café cuando la puerta se abre estruendosamente, voltea hacia ella con el ceño fruncido: Andrea Rojas tiene cara de pocos amigos y parece capaz de escupir fuego.

El sol encerrado en una habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora