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El sudor escurría como cascada por su frente, recorría el camino de su cuello y se perdía dentro de su camiseta. Lena había seguido ese mismo recorrido con la mirada demasiadas veces, tantas como para ser normal, pero la piel bronceada y expuesta de Kara la llamaba irremediablemente, había perdido la cuenta de las veces en las cuales su mirada se desvió a sus brazos tonificados. Se estaba muriendo y sólo agradecía que su sonrojo pasara desapercibido por la actividad física en la cual estaba envuelta junto a las hermanas Danvers. Kara detiene su caminadora, lanzando un grito exagerado.

—¡Alex! Se me van a caer las piernas —Lena suelta una carcajada leve, gracias a su respiración agitada.

—Eso no te va a pasar, sólo estás ejercitándote, Kara —Le responde su hermana estirando el brazo y presionando la velocidad 8 de la caminadora a su lado, la rubia por poco sale disparada hacia atrás, recupera el ritmo y disminuye la velocidad, lanzándole una mirada asesina a su hermana mayor quien la ve con gracia.

—¿Por qué las personas hacen esto? —Pregunta Kara, entrecortadamente y con consternación, mirando a Lena, quien está a su otro lado trotando levemente.

—Porque no todos tenemos metabolismo kriptoniano —Le responde simplemente—Le tomarás el gusto, eventualmente, ahora pon atención o vas a caerte —Le advierte con una sonrisa, su amiga se aferra a los lados de la caminadora con una expresión de horror. Es una exagerada.

Kara está tirada en su sofá, pronunciando quejas ininteligibles acerca cuánto le duele el cuerpo, tiene la cara hundida en la almohada desde hace 15 minutos, cuando las tres mujeres llegaron al apartamento.

—Si no traes tu trasero aquí no te voy a dar pancakes —La amenaza Alex, quien está cuidando el sartén para no quemar el almuerzo.

"Arrrgh" escuchan exclamar a la menor de las Danvers, mientras se levanta con toda la pereza del mundo. Se tira sobre uno de los taburetes en la barra y Alex le pone enfrente un plato con pancakes, los cuales parecen devolverla a la vida, Lena se sienta a su lado y le ofrece el maple, ganándose una sonrisa deslumbrante de su parte.

—Son las mejores —Logra decir con la boca llena, esos pancakes están siendo masacrados y Lena siente su vena Luthor palpitar ante sus modales, pero podría ignorarla la vida entera sólo por ver a Kara bien, disfrutando un desayuno digno, sin dolor de cabeza: sin resaca.

Han ido, hasta el momento, a cuatro reuniones de Alcohólicos Anónimos, los martes y los jueves. Kara no le permitió a Alex acompañarlas, pero no pudo hacer nada para evitarle a Lena ir. Se sientan en las filas de en medio y escuchan hablar a los demás, sus experiencias, sus anécdotas: desde las más horribles hasta las más conmovedoras. La rubia no ha querido hablar, pero en la próxima reunión recibirá su ficha de dos semanas de sobriedad, tal vez se anime a dar un discurso. Las dos semanas más duras de su vida, demasiados altibajos, muchas lágrimas, ira de sobra e insomnio, cada noche ha estado dispuesta a beber cualquier cosa para acallar sus pensamientos y tener un descanso de su imparable mente.

Pero resistió, aferrándose en el fondo de todo su vórtice de pensamientos a Lena, noches enteras en las cuales el sueño se iba espantado, y en las cuales pasaba horas pensando en Lena. No dejaba de preguntarse la razón, a pesar de tenerla en frente, reconocerla era mucho más difícil.

La otra cosa en la mente de Kara por las madrugadas era cómo convencer a Alex y Maggie de ponerle su nombre a su bebé. Le habían dado un rotundo no la primera vez que planteó la idea. Esa tarde, ambas habían convocado una cena pues iban a dar una noticia importante: Habían decidido adoptar y ya comenzaban el trámite, el cual, aunque parecía tardado y exhaustivo estaban dispuestas a pasarlo juntas. Kara se había emocionado mucho, entre sus gritos alegres decía también cómo su sobrino o sobrina debía llevar su nombre. Nadie le hizo caso. Pero todos estaban extremadamente felices por la pareja.

El sol encerrado en una habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora