Capítulo 26 | Protección

401 66 25
                                    

Percibí sus pasos antes de que decidiera perturbar mi paz

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Percibí sus pasos antes de que decidiera perturbar mi paz. Retiré la mirada del reflejo de la luna sobre el lago para mirar a Drake. Se apoyó del umbral que separaba la habitación del balcón privado, en el que yo llevaba casi una hora sentada. Después de la abundante cena de recibimiento, me había bañado y salido allí para esperar que se durmiera y no tener que interactuar con él. No fue sorpresa que nos dieran una recamara para ambos cerca de la de Clovis y Daria.

—¿Cómo es él?

—¿Cómo sabes que lo conocí? —pregunté. Su plan seguía siendo el de sacrificarlo, así que el tema de nuestro hijo continuaba siendo sensible.

—Conozco los métodos de mi hermano y sé que te lo habrá mostrado por lo menos una vez para afectarte más con la idea de matarlo.

Bajé los pies de mi asiento y me enderecé.

—Se llama Ethan. Lucía sano y lleno de energía. No lo tienen mal cuidado, pero no quise confiarme tampoco con Josh.

—Ethan... Me gusta el nombre.

Se apartó de su sitio para pasar frente a mí y sentarse en el otro extremo de la banca de piedra con forma de L. No pude evitar observarlo. No recordaba la última vez que tuvimos un instante de paz a solas. Lo malo era que traía de regreso el recuerdo de su Drake anterior, uno que debía obligarme a aceptar que ya no volvería. Sin embargo, en ese ambiente, parecía ser el que se manifestaba.

—¿Y Alan? —agregó.

Supe que era cuestión de tiempo para que lo trajera a conversación. No me miró directamente al soltar la pregunta. Se enfocó en las plantas del rincón.

—También me interrogó y le costó entender por qué decidí ser tu aliada —repliqué—. Todavía me ama.

Otra verdad. Una que me ayudaba a transmitir el remordimiento por haberle hecho creer que no me iría, y el cual podía interpretarse como otra cosa. No podía bajar la guardia, aunque tampoco podía dejar de pensar en nuestras charlas nocturnas en los jardines de los Cephei. Su cabello húmedo, con su mono de pijama y franela de dormir, no era el aspecto de un monstruo; pero las apariencias engañaban. ¿Cómo llegamos hasta ese punto?

—¿Y tú? ¿Sentiste algo?

Con eso sí me observó. Le sostuve la mirada y ni un músculo de mi cuerpo se descolocó.

—Eso no importa. Escogí estar aquí —dije—. Contigo.

Se cambió de un cojín a otro hasta quedar a mi lado. Lo tomó como un indicio de que ya no me encontraba tan enojada por la prueba de lealtad a la que me sometió.

—Y no sabes cuánto me alegro. Hoy estuviste fantástica.

Acercó su mano a mi mejilla para acariciarla con el pulgar. No me estremecí, pero una parte de mí deseó que las cosas fueran diferentes. Si yo fuera pura y nos hubiéramos casado, hubiésemos podido estar en ese mismo lugar, debido a una visita oficial para fortalecer los lazos entre los Cephei y los Pólux. Sin muertes sobre nosotros, sin actos de tradición, y sin temas de magia negra.

La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora