Antes | Salvación

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Ahora prefería estar lo más lejos posible de la cueva

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Ahora prefería estar lo más lejos posible de la cueva. Aunque llegara cansado de mis labores de recolectar comida, convencía a Anthony para acompañarlo los días que visitaba la tribu. No me sentía cómodo con el Maldito de Aithan en el hogar de la manada, mucho menos si un humano como yo estaba en la cima de sus platillos favoritos. Estaba atado a una enorme roca, sí, pero dudaba que fuera suficiente para controlar su sed.

—Darien accedió a que compartas tu carpa conmigo —informó Anthony durante el trayecto a la aldea aborigen.

Asentí.

Tener que compartir la tienda con los mismos niños que intentaron asesinarme tampoco me ayudaba a dormir. Apenas podía conciliar el sueño y ante el mínimo ruido me despertaba. Temía que quisieran terminar con lo que iniciaron. Claro que no los delaté. Eran niños e Hijos de Diana, por lo que su posición estaba por encima de la mía y no les darían un castigo real. Además, los adultos que estuvieron con nosotros debieron haberse dado cuenta de lo que ocurrió y aun así no hicieron nada.

—Ojalá así estés más tranquilo. Admito que no creí que sobrevivirías más allá del primer mes, o que quizás intentarías escapar. Tal vez el insomnio no te mate, pero una mente cansada no es buena aliada aquí —dijo.

Volví a asentir.

Me enfocaba en poner un pie delante del otro y en abrazar la caja con objetos, envases y enlatados. Era otro día de entrega de encargos para Anthony y en esa ocasión habían pedido más cosas. Yo ya tenía claro que él era una especie de intermediario entre la civilización, la manada y la tribu. Solo él y otro par de Hijos de Diana salían de lo profundo de la selva para buscar provisiones y hacer cualquier otra cosa. Yo todavía no tenía permiso para ir y comenzaba a verlo poco probable.

—¿Cuándo viajarás de nuevo? —pregunté.

—¿Por qué? —Me miró de reojo. También cargaba una caja; más grande y con mayor facilidad—. Ya te he dicho que no puedes acompañarme.

—Es que... la miel que me regalan no es igual al sabor de los caramelos —confesé.

A la tribu le gustaba ofrecerme comida y desde que llevé la bolsa de los caramelos de miel para que le dieran algún uso útil, incluían miel natural. Suponía que era por el dibujo que tenía la bolsa. No obstante, como era de esperarse, el sabor no era el mismo.

—Ay, niño. Aquí no venden de esos caramelos. Lo siento.

Me mantuve callado. Ese era otro motivo para aborrecer ese lugar.

Ya se visualizaba la tribu. Las personas realizaban sus labores matutinas sin imaginar que a menos de un kilómetro había un monstruo ansioso por sangre. Era una locura que lo tuvieran escondido en la cueva. Desconocía los motivos y Darien tampoco quiso decirme. Tal vez lo estaban cazando para matarlo y a cambio de protegerlo solo debía dejar de beber del líquido vital el tiempo que estuviera ahí. Pero, ¿por qué ayudar a ese ser que solo era sinónimo de muerte? ¿Por qué poner en riesgo a todos? ¿Por qué todos parecían tan tranquilos?

Me exasperaba eso. Incluso Anthony, con quien podía hablar más abiertamente, lucía solo preocupado por mis horas de sueño y no por la causa.

—Cambia esa cara, Alan. A ellos les gustará verte alegre.

Lo miré, ya sin detenerme a ocultar la mezcla de confusión, miedo y enojo que abarcaba mi mente. No me había atrevido a preguntarle directamente lo que rondaba por mi cabeza, porque lo más probable era que no estuviese autorizado para contarme. Si Darien, el alfa, no lo hizo, ¿por qué él lo haría?

Anthony se detuvo, así que yo también lo hice. En la distancia se podía escuchar el ruido de recibimiento de los habitantes de la tribu por ya haber notado nuestra presencia. Se debían estar avisando entre sí que los encargos habían llegado y preparándose para reunirse a nuestro alrededor.

—No estás solo así por los caramelos y lo que te hicieron esos niños, ¿cierto? También es por el Salvaje.

—Maldito de Aithan —corregí, haciendo énfasis en la primera palabra.

—Eres un niño humano callado, pero juzgón, ¿no? —Su mirada ya no era del todo amigable. Colocó la caja en el suelo y se agachó para quedar a mi altura—. Aquí le decimos Salvaje.

Apreté la caja con más fuerza contra mí. Temía seguir con la conversación y compartir mi punto de vista, pero a la vez ya no quería mantenerme callado; no si otros humanos como yo también corrían peligro por la inconsciencia de la manada.

—Igual es un monstruo asesino que mata y bebe sangre por gusto —dije, no tan alto como me hubiera gustado.

—No debe ser tan malo si te salvó la vida. Casi te ahogas y él te rescató.

—Pudo haberlo hecho para después comerme.

Anthony exhaló con pesadez. Seguro deseaba que volviera a mi papel de niño callado.

Por otro lado, yo temblaba por la frustración. ¿Por qué no podía ver lo que yo? Claro, yo no era adulto, ni estaba en mi hogar, por lo que mi perspectiva era descartada de inmediato.

—Te lo voy a explicar porque entiendo que estás en una situación complicada y es mejor que sea yo, a que Darien se canse de tu actitud —contestó. Me quitó la caja y la puso en el suelo. Después, me sujetó de los hombros para que le prestara atención con cuidado—. Nosotros, la manada Darien, acogemos a los Salvajes para que regresen al camino de la diosa. Ellos no eligieron ser como son y sentir o no la sed tampoco es su elección. Los ayudamos a controlarse, a redimirse, para que Ni los vuelva a tener bajo su gracia.

—¿Lo que son es reversible? —pregunté. No tenía sentido. Si lo fuera, ¿por qué los odiaban como decía Vanessa? ¿Y si de verdad no eran malos?

—Uno de los antepasados de Darien es prueba de ello. Los Hijos de Diana, como los llaman ustedes, provenimos de los Salvajes y no es algo que deba olvidarse. Merecen ser perdonados. Todos somos posibles gracias al creador.

—¿Han podido convertir a alguno? —quise saber. Eso era algo que merecía ser compartido.

Sonrió sin dientes y me soltó para enderezarse. Agarró su caja.

—No —admitió—, pero vale la pena seguir intentándolo. Por lo menos los ayudamos a no ser dominados por su sed, a perdonarse sus propios pecados y a encontrar consuelo y salvación. 

La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora