Antes | Cercanía

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Me dolían las costillas, las piernas y las manos

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Me dolían las costillas, las piernas y las manos. No solo sí se habían ido sin mi cuando fui tras Joanne, sino que, luego de las varias horas que caminé para volver, Darien me recibió con mi castigo. Me golpeó hasta hacerme sangrar, diciendo una y otra vez que yo le pertenecía a la manada. El resto, incluyendo a Anthony, solo observó.

Esa noche me hicieron dormir afuera de la cueva. Llovió y, estando muerto de frío, maldije mi decisión de volver a mi prisión. Así me sentí. Pero, ¿a dónde más ir? No podía quedarme con Joanne, ni deambulando por el pueblo. Yo ya era el humano de los lobos y mi lugar en el mundo era con ellos, pese a lo que implicaba. Ligado a ello, no me imaginaba fuera de su mundo. Hijo de Diana o no, convivir con ellos y saber lo que sabía me hacía parte de lo que ocultaban. Habiendo rechazado o no los genes de mi padre, su sangre igual corría por mis venas.

Por eso, la mañana siguiente a esa y las semanas que continuaron, guardé silencio e hice el trabajo pesado que me encomendaron. Recolectar comida por años fue lo mío, pero fue cambiado por talar madera y desmalezar. Darien también me prohibió las visitas al pueblo y no lo contradije. El pensamiento de Joanne no murió, pero era algo que debía esperar.

—Te ves más triste de lo normal —comentó el Maldito de Aithan vigilándome desde el tronco caído que usaba de asiento.

A pesar del tiempo que llevaba con nosotros, todavía no me decía su nombre. Claro, no éramos amigos y se había ido de la cueva. No tenía idea de dónde vivía ahora, solo que era cerca y que seguía rondando la zona y recibiendo la ayuda de Darien. Supuse que no se fiaba de su autocontrol estando en abstinencia y rodeado de cuerpos llenos de sangre.

—Cansado.

—¿De pensar en esa chica? —Fallé con mi coordinación y el hacha no dio contra mi objetivo. Casi se me cae—. Oye, cuidado. No te vayas a lastimar.

—¿Cómo sabes de ella? —gruñí.

Recordaba perfectamente su cara llena de sangre y que su sed continuaba latente. Estando en la selva se mantenía lejos de humanos, sí; pero a veces agarraba animales pequeños como aperitivos. Yo lo había visto. La excusa era que, como no podía dejarlo del todo, practicaba beber sin matar. No quería a Joanne rondando por su cabeza.

—He escuchado conversaciones. —Miró hacia otro lado—. Quita esa expresión. No es como si esté pensando en comerla.

Volví a enfocarme en lo que hacía, sintiendo cierto remordimiento. Yo sabía que no era su culpa ser lo que era, ni esa necesidad de sangre.

—Disculpa —murmuré.

—Está bien. —Estiró las piernas—. Alguien viene.

Detuve una vez más lo que hacía e intenté agudizar el oído. Aunque, claro, solo escuché a Anthony unos segundos antes de que saliera de entre la vegetación. Dejó su forma lobuna.

La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora