Ese día me aparté un poco de los demás debido a lo que me asignaron comprar. No estaba a tantos puestos de distancia y todavía podía ver a Anthony y a los otros. La mañana había amanecido nublada y no pude terminar con mi labor, porque comenzó a llover. El señor cubrió su mercancía con una lona y se apresuró, como los demás, a buscar resguardo.
Por el alboroto perdí de vista a los miembros de la manada y, como no iba a quedarme en la mitad de la calle siendo mojado por la lluvia, me uní a un grupo de lugareños que se protegió bajo el techo externo de una de las construcciones en buen estado.
Nunca me había acercado a ese sitio. A las paredes les hacía falta una buena pintura y algunas zonas estaban cubiertas con moho. Las ventanas solo estaban protegidas por unos barrotes oxidados que permitían el paso del aire. Iba a aproximarme para curiosear el interior, pero una joven corriendo hacia afuera me detuvo.
—¡Ayúdenme a mover los libros! —exclamó—. Tú, chico. Ven.
Tomó de mi brazo porque fui a quien tuvo dentro de su alcance. Lucía desesperada y no fui capaz de negarme. Me dejé arrastrar al interior. A los escasos pasos caí en cuenta de que era la biblioteca comunitaria.
Allí ya había varias personas alejando las mesas con libros de las ventanas y de las goteras, pero no las suficientes. Llovía con una fuerte brisa que amenazaba con esparcir el agua por todos lados.
—Vamos. Muévete. Ayuda —dijo la chica que me agarró como voluntario.
Me soltó y se adelantó a seguir con lo suyo. Agarraba pilas de libros en riesgo y se apresuraba a ponerlos en un rincón aparentemente seguro. Otros muchachos aparecían con baldes para ponerlos bajo las goteras y recolectar el agua en vez de permitir que inundara la biblioteca.
De la escena, lo que acabó por captar mi atención e hizo que mis piernas reaccionaran, fue una chica, también adolescente, que pretendía cubrir las ventanas del fondo con unas grandes bolsas plásticas. Estaba encima de una silla e intentaba fijar el borde con una cinta adhesiva gruesa al tubo destinado para una cortina. Se estiraba estando sobre las puntas de sus pies, sin que nadie la ayudara, y con peligro de caerse.
Fui hasta ella. Agarré una silla en el proceso y, también usándola para ganar altura, le quité la cinta de las manos a la muchacha. Sin intercambiar palabras, hice lo que ella pensó. Terminé de adherir la bolsa consciente de tener sus ojos fijos en mí.
—Gracias —dijo cuando se la devolví.
Asentí.
Detallándola de frente noté que desentonaba con los nativos. Su piel era blanca, más enrojecida que bronceada por las exposiciones al sol; su cabello lacio y rubio; y sus ojos claros. También había algunas pecas en la zona de su nariz y algo de maquillaje aplicado a sus facciones y labios. De igual manera, su ropa tenía un estilo diferente; colores más vivos y prendas más ajustadas.
Desvié la mirada y bajé de mi silla. Por lo menos el agua había parado de ingresar por la ventana, así que su ingeniosa idea había funcionado.
La escuché decir algo que no entendí. Me limité a encoger los hombros y a apartarme para colaborar moviendo el resto de los libros cercanos a las goteras. Sin embargo, me agarró de la muñeca.
—Eres el humano de los lobos, ¿cierto? —preguntó.
Me forzó a mirarla porque habló en mi idioma. Por mi expresión supo que la había entendido y me sonrió. Sus ojos se achicaron y sus mejillas coloradas se volvieron más pronunciadas. Me gustó el gesto.
—Me llamo Alan —murmuré.
—Y yo soy Joanne. Un gusto conocerte.
Tomó mi mano y la apretó. Me quedé inmóvil ante la sorpresa y por el cosquilleo que ascendió por mi extremidad. Fui incapaz de no devolverle la sonrisa con timidez.
—¿Te está molestando? —cuestionó un hombre, mayor que nosotros, dirigiéndose a ella. Él sí tenía aspecto de nativo y lucía alarmado. Ser el humano de los lobos quizá no me daba la mejor reputación.
Ella lo encaró sin borrar la sonrisa de su cara.
—No y te entiende,así que no seas grosero. Es mi nuevo amigo.
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Este es el más corto hasta ahora. El siguiente sí será más largo y... quizá tierno e.e
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La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]
Hombres LoboCuando Vanessa aceptó irse con él no fue para permanecer a su lado. Estuvo lista para dejarlo ir, pero él supo mover los hilos, manipulándola de la única forma en la que se le ocurrió: con su amor de madre. Drake sabe que lo odia. Lo sabe y la empuj...