Antes | Humano

224 47 24
                                    

Me acerqué a uno de los adultos que nos acompañaban y dije lo que debía decir si tenía ganas de ir al baño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me acerqué a uno de los adultos que nos acompañaban y dije lo que debía decir si tenía ganas de ir al baño. Hizo un gesto con su mano, como restándole importancia, y asintió con su cabeza. Me alejé del grupo con el que recolectaba bananas y me adentré un poco dentro de la maleza. La última vez me habían venido a molestar mientras orinaba, así que trataría de ocultarme para tener algo de privacidad.

Ya no le tenía tanto miedo a mis alrededores. Ya no estaba con la idea de que en cualquier momento saldría una víbora enorme para devorarme, o una araña venenosa para asesinarme. Ellos conocían esa selva y sabían qué lugares evitar. Sus áreas de recolección no estaban en las partes tan densas, sino cerca de las orillas del río y en espacios de menos vegetación.

Por eso avancé confiado. La norma era ir acompañado, pero, claro, eso no aplicaba conmigo. ¿Por qué les importaría si me sucedía algo?

Admito que me confié y que quizá me alejé demasiado. Me acomodé entre dos árboles y me dispuse a ocuparme de mi asunto.

Con esa falta de preocupación hacia mí hubiera sido sencillo escapar. Probablemente el único en notarlo sería Anthony por ser mi compañero de tienda. Y si acaso sería al final del día, dentro de varias horas. El problema era que no tenía ni idea de hacia dónde ir, ni contaba con un sitio que me recibiera. Ya no tenía otro lugar en el mundo además de ese. Sin mencionar que seguramente acabaría muerto antes de llegar a la civilización.

Me arreglé la bermuda que me había regalado Anthony, y emprendí el camino de regreso. Ese no era mi día para ser libre.

Sin embargo, un rugido me detuvo. Mi corazón se paralizó al igual que el resto de mi cuerpo. Un segundo ruido escalofriante lo siguió y me obligué a girar lentamente para ver el origen. En una de las ramas bajas de un árbol cercano había un jaguar. Continuaba tumbado, meneando su cola, pero me mostraba sus dientes de forma amenazadora.

El miedo me hizo dar unos pasos hacia atrás. El felino salvaje se irguió y saltó para caer de pie a unos metros de mí. Volvió a rugir.

Quise gritar por ayuda, mas a la vez sabía que solo terminaría de alterar al animal. Aunque me escucharan, tampoco llegarían a tiempo. Si es que decidían venir en mi auxilio.

Acortó más la distancia dando un brinco a un lado y luego hacia el otro. Tenía la cabeza agachada y ondeaba su cola. Era cuestión de tiempo para que se sintiera seguro de iniciar su ataque contra mí.

El temor creció al punto de silenciar mi lado racional guiado por los documentales vistos. Mi propia respiración resonaba en mis oídos y menos mal acababa de ir al baño. El jaguar extendió su pata, listo para dar otro paso hacia mí, su presa.

Con ese concepto abarcando cada espacio de mi mente y siendo obvio cuál sería el resultado, mi cuerpo se puso en modo supervivencia y giré para comenzar a correr. Por unos escasos segundos la ilusión de que podría escapar me dio esperanza. Con mis piernas desplazándose, de verdad creí que tendría oportunidad contra ese depredador.

La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora