Capítulo 6 | El precio

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Examiné el dulce entre mis dedos, aún sin poder creerlo

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Examiné el dulce entre mis dedos, aún sin poder creerlo. El único motivo para que estuviera ahí vino acompañado por un nombre: Alan. Alan había estado ahí. Alan tuvo que haberse llevado a mi hijo. Alan lo había puesto a salvo.

Me levanté con un tambaleo que me hizo acabar apoyándome del colchón. Me moví demasiado rápido. El alcohol todavía estaba afectando mi equilibrio.

Sonreí como una tonta. A parte de mí, confiaba en que el rubio lo cuidaría.

La manera en la que dio con él no fue importante, tampoco cómo engañó a su medio hermano, ni quién lo ayudó. Ahora estaba segura de que se encontraba con vida y que solo tendría que regresar a la instalación de la manada Cephei para reunirme con mi hijo.

—¿Vanessa? ¿Ya puedo entrar? —habló Drake desde el pasillo—. Lo siento mucho. Te prometo que haré lo que sea por recuperarlo.

—Dame unos minutos más.

Primero tenía que escapar.

La misión de dar con mi hijo y que solo Drake podía llevarme con él, era lo único que me mantuvo como su cómplice. Ya nada me tenía atada a él. Luego buscaría resolver lo del conjuro puesto por Zigor.

Abrí la ventana. La calle estaba desierta. Arrojé la mochila.

—¿Vanessa?

Me tiré por la ventana. Al caer cambié de forma y rodeé al impactar contra el césped. No fue el mejor aterrizaje, por lo que varias partes de mi organismo se quejaron, mas casi de inmediato me reincorporé.

Drake ya estaba de pie en la ventana.

Tomé el bolso con mi hocico y corrí para no perder la ventaja. No tardé en tenerlo casi pisándome los talones por la carretera. El maldito era veloz y yo seguía fuera de forma.

Los peatones enloquecieron, y uno que otro niño nos señaló chillando de la emoción. No todos los días se veían dos lobos enormes a unos cuantos metros de distancia. Los autos se subían en la acera para dejarnos pasar, mientras otros aceleraban como desquiciados.

Doblé al final de la cuadra, aprovechando de tumbar unos contenedores de basura con un latigazo de mi cola. Miré hacia atrás por un instante y ya no estaba.

No se había rendido. Sabía que no. No sería tan fácil librarme de él.

Continué, con el esfuerzo físico quemándome por dentro. Mi pata trasera dolía un poco debido a la caída. El morral pesaba y su correa en mi boca, llenándose de saliva, era molesto. Sin embargo, no pararía hasta estar segura de haberlo perdido. Una vez libre, agarraría el primer bus de regreso a Alan.

Iba a estar en deuda con el rubio de por vida. Nunca creí que él llegaría a ser tan primordial para mí, ni que ansiaría tenerlo en frente para abrazarlo y agradecerle. Quizás, solo tal vez, no seguiría viéndolo como el mismo niño vulnerable.

La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora