Antes | Roto

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Fue difícil convencer a Anthony para que me llevara al pueblo y así poder ver a Joanne

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Fue difícil convencer a Anthony para que me llevara al pueblo y así poder ver a Joanne. Me dio un sermón sobre cómo debía dejar que me extrañara para que se diera cuenta de que no podía manejarme a su antojo. Sin embargo, me empeñé en justificar mi actitud con que él no sabía lo que era estar enamorado, por lo que no podía opinar respecto al tema. Había sido un golpe bajo, pero lo que necesité para que hiciera lo que quise a regañadientes.

Me urgía hablar con ella porque, sin importar lo que Rinc eligiera, podía sentir que la presencia de Arthur traía cambios a mi vida. Y Joanne era una parte importante de ella, por lo que quería que estuviera informada para confiarle mis inquietudes y que me ayudara a decidir. Aproveché la distracción de la manada y de Darien debido a los visitantes para ausentarnos.

Era un poco después del mediodía cuando llegué a mi destino. Como las veces anteriores, toqué la puerta de la casa donde vivía con su padre y un par de muchachas de los atendían. La diferencia era que no aceptaría un no como respuesta.

—Está indispuesta, joven. Venga otro día — ijo la misma mujer de todas las veces anteriores.

Iba a volver a cerrar la puerta, pero lo evité con mi mano.

—¿Puede decirle que quizá no haya otro día, por favor? Yo espero aquí.

Ella lo pensó por unos segundos, mas terminó asintiendo. Iba a cerrar la puerta, sin embargo, la detuve de nuevo.

—Déjela así, por favor. Quiero asegurarme de que no me dejará aquí parado y que por lo menos me traerá una respuesta de parte de Joanne.

La mujer frunció la boca y se retiró murmurando algo que no entendí.

Cayó en mi trampa, pues no, no me iba a conformar con que Joanne otra vez decidiera ignorarme. Tenía que salvarla del arrepentimiento de no verme de nuevo. Tenía que hablar con ella para poder tomar futuras decisiones.

Abrí la puerta en su plenitud e ingresé a la casa. No era tan espaciosa, mas sí con muebles y decoración bonita. Madera pulida, alfombras, plantas, cuadros. Su padre era el médico del pueblo, un enviado por el gobierno. Por su procedencia, aspecto y conocimientos, era casi la persona más importante de ese lugar.

El ruido de unas pisadas hizo que desviara mi atención al umbral que daba a lo que debía ser la cocina. Allí estaba de pie el hombre que siempre escoltaba a Joanne. Tenía un arma larga colgando de su hombro.

Intercambiamos miradas por lo que pareció una eternidad; yo reuniendo la valentía para huir o ir hacia la habitación de Joanne, y él, quizá, decidiendo si valía la pena manchar la alfombra con mi sangre.

El sujeto culminó con la zozobra dando un paso hacia atrás y señaló las escaleras. Después, retrocedió para perderse en la cocina, como optando por decir que jamás me vio.

Solté una bocanada de aire y le agradecí a la diosa por esa oportunidad. Luego de tanto tiempo viviendo con Hijos de Diana, ya era creyente. Y en ella pensé en ese momento.

La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora