quince

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Un violento portazo seguido de un ruido sumamente desagradable la sacaron bruscamente del maravilloso y reconfortante sueño en el que se había hundido. Confusa, abrió los ojos lentamente, mientras el extraño sonido se incrementaba, acercándose a su dosel.

Se incorporó y corrió los cortinajes en medio de un bostezo, para hallar del otro lado el rostro iracundo de tía Letice. Sus ojos, de frío azul profundo, parecían gélidas piedras inertes, y su boca, normalmente con las comisuras caídas y desinfladas de tristeza o amargura, ahora se hallaba recta y seca en un línea de furia.

-Supongo- le dijo, conteniendo el aire un instante al verla asomar la cabeza- que tu indecoroso comportamiento de anoche no ha traído  más desgracias a esta familia...

-Letice...- suspiró Prudence, cansada.  Las imágenes se agolpaban en su mente. La fiesta de los Penshurt, el noviazgo de Nicholas, James salvándola de la humillante situación... Oh, claro, y ahí estaba: habían abandonado a Letice en el baile. Cerró los ojos para inventar un excusa, pero en su mente se coló otro recuerdo, mucho más agradable. La brillante mirada de James, tentándola en la oscuridad del carruaje  de regreso a casa. Acechante y decidido, con una sonrisa de medio lado se había apoderado de sus labios con dulce fiereza, tan intensa que le había obnubilado los sentidos. ¡Santo cielo! ¿Qué le había ocurrido? ¿Cómo es que el simpático duque se había apoderado de aquella forma de ella y sus pensamientos? Su estómago revoloteó violentamente ante el mero recuerdo. No era capaz de respirar, apenas de abrir los ojos, y menos aun de inventar una excusa decente con la que deshacerse de su tía-. No me sentía bien y... James fue tan amable en traerme a casa... Olvidé avisarte...

-¡¿Olvidaste....?!- musitó la mujer, que apenas podía hablar por la furia- ¡Me abandonaste! ¡Con Churston!

Los ojos de Letice parecieron a punto de escaparse de sus cuencas. Por un momento se sintió culpable por abandonarle de aquél modo con el hombre que , ella sabía gracias al relato de James, la había abandonado por otra, pero una ráfaga de ira la inundó al notar que no sabría nada de aquello si no fuera precisamente porque James se lo había confidenciado. Su tía no había sido capaz de contarle lo ocurrido, como tampoco había sido capaz de advertirle de la última voluntad de su padre respecto a su matrimonio...

Odiaba saber que todos a quienes había querido, se había dedicado a engañarla. Su padre la había engañado, fingiendo que podría escoger por si misma un esposo, el idiota de Dudley la había engañado para robarle unos cuentos besos y luego abandonarle por la mano de Charlotte, y...¡Letice la había traicionado también! No solo había sido incapaz de contarle sobre su historia con el Barón cuando se lo pidió, si no que además había sabido desde siempre que estaba prometida al hijo de un duque y no fue capaz de decírselo, incluso tras la muerte de su padre. ¡Letice era una cínica! No merecía su compasión. ¡Probablemente también sabía del hijo ilegítimo de su padre...!

-No veo que problema puedas tener con el amable Lord Churston- bufó, mientras salía de la cama. Deseaba despacharla para aclarar sus pensamientos antes de iniciar una discusión con ella, pero en el estado en que estaba Letice, no parecía muy probable.

-Ya te he dicho que es un canalla- le cortó ella, con los ojos desorbitados-. ¡Como todos los hombres!

-¿Te ha seducido anoche?- se burló Prudence, con fingida preocupación. Le parecía que Letice exageraba su molestia, y le desagradaba en ese momento su presencia. Deseaba estar sola y decidir cómo continuaría su vida de aquí en más, regresar a su cama y tal vez, al encantador sueño en que se había hundido desde la agradable despedida compartida con James al pie de las escaleras... Apenas había tenido oportunidad de procesar todo lo ocurrido la noche anterior-. ¡No podría creerlo! Especialmente tras conocer a la adorable Madame que lo acompañó al baile...

La PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora