nueve

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Los preparativos para el regreso a Londres causaron gran revolución en Bestwood Park, por lo que se requirió de una reunión esa tarde en la biblioteca. Parecía ser que, por diversos motivos, las mujeres que habitaban la finca no parecían dispuestas a aceptar la idea de Lord Churston.

Lidia, por su parte,  lloriqueó con insistencia sobre la posibilidad de que ella también regresase a la ciudad, pero fue el Barón de Churston quien le explicó que su deber para con ella se encontraba terminado, y que ahora era su madre quién debía encargarse de patrocinarla en Londres, a diferencia de Prudence, a quién debía tutelar hasta el momento de su boda con James, como el duque de St Albans había instruido en su testamento a fin de relevar a Mathew de las nimiedades de tal labor, mientras se encargaba de tomar posesión- o al menos, aprender lo básico- de su nuevo cargo.

A su vez, la señora Mountbatten, que debía vivir su duelo por una temporada más larga que los demás miembros de la familia, se negaba rotundamente a romperlo regresando a la ciudad, frustrando las intenciones de su hija.  Demostró a todos, por medio de llantos, insultos y desprecios, su férrea oposición al regreso de la familia a la temporada social, declarándose terriblemente ofendida por que la hija del duque fuera a romper su duelo de modo tan escandaloso, regresando apenas a unos meses de la muerte de su padre a la vida social.

También en esto fue el barón quien debió salir en su defensa, explicando que no se trataba de una decisión de Prudence, si no que suya, y que a su parecer,  cumplir el mandamiento de su padre de contraer nupcias con el duque, era un deber mucho más importante que mantener el luto riguroso. Así mismo, que aquella exigencia correspondía en mayor medida a la viuda y que a pesar de todo, Prudence se mantendría de medio luto durante lo que restaba del año.

Si bien Lord Churston parecía convencido de sus palabras, ni Lady Mountbatten ni Lady Letice, que tampoco estaba de acuerdo con regresar a Londres, se mostraron conformes, y la misma Prudence parecía de pronto estar de acuerdo con ellas, tomando una terca postura sobre la obligación de extender su estadía.

- Si extiende su estadía no podremos anunciar la boda dentro de la temporada- apuntó James, avanzando hacia ella.

No podía creer la actitud de su prometida. Le insultaba profundamente que, a pesar de la amena velada compartida, ahora lo rechazase de aquella forma. ¿Acaso esperaba realmente quedarse en el campo el resto de la temporada?

Se encontró con la fría mirada de la joven. Aquella mañana se veía especialmente bella, con la piel blanca enmarcada rigurosamente por el velo negro que ocultaba su cabello azabache. Sus ojos, siempre oscuros, hoy brillaban de un azul profundo y decidido. James estaba absolutamente convencido de que la joven solo había exagerado el vestuario de luto para recalcar su posición. Y adivinaba, por su puesto, que su motivo se hallaba en que no deseaba separarse de su amado mozo.

-Justamente, mi Lord- le sonrió, satisfecha-. No veo el apuro, de todas maneras. Podremos anunciar el compromiso en invierno y contraer nupcias la próxima temporada.

Jamés alzó ambas cejas, incrédulo ¿Acaso lo desafiaba frente a los demás? Le molestó terriblemente su soberbia. Hasta ahora habían actuado como cómplices, ambos víctimas de la decisión de sus padres de comprometerles, pero esta vez, y a pesar de su gesto de buena voluntad la noche anterior, ella le desafiaba descaradamente. No solo le parecía una terrible afronta, si no que además una desgraciada actitud en respuesta al gesto de benevolencia que él había mostrado la noche anterior.

-No estoy de acuerdo, Mi Lady- bufó, agobiado. La prepotencia de la dama agotaba su paciencia. ¿Acaso pensaba que el podía permitirse un año de cortejo? Por supuesto que no: el quería terminar con todo el asunto y seguir con su vida. Instalar a su esposa en su finca familiar, presentarla en Escocia, requeriría de mucho trabajo. Debía presentarla a su familia, por muy pequeña que fuese, y cortejarla en público dignamente, realizar las publicaciones correspondientes y los preparativos de la boda. Ya imaginaba a Temperance y Lady Manners agobiándole con preguntas sobre flores y colores de telas.  Si quería que todo aquél entuerto acabase pronto, debían de oficializar el compromiso de inmediato, y casarse lo antes posible. Deseaba que este periodo de su vida, que si bien aceptaba cumplir como lo hacía con todas sus responsabilidades, pero que le resultaba un infierno, durase lo menos posible.

La PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora