dos

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La cena transcurrió tan incómoda como podría haber sido una reunión como aquella. James, a pesar de ser un hombre muy positivo y enérgico, deseó estar en cualquier otro sitio del mundo que no fuese su lugar a la mesa, en ese momento.

Se hallaba atrapado entre los pocos sutiles y desesperados intentos de Lady Lidia por llamar su atención, con forzada coquetería, y la petulante charla que Matthew insistía en mantener con él, en la que comparaba las circunstancias en que ambos asumieron el título de duque- equiparando descaradamente la situación de un hombre de 30 y tantos años que debía aprender administrar y gobernar su ducado, con la de un niño de apenas 11 años que, viéndose huérfano tras un trágico accidente se vio convertido en duque-, a pesar de sus obvios esfuerzos por no darle ánimos a ninguno de los dos, y sin llegar a concluir a cuál de ambos deseaba con mayor ímpetu rechazar.

Y eso que no eran lo más desagradable de la cena. Si se hubiese tratado de un torneo, la duquesa viuda se habría llevado el premio mayor. Había decidido pasar la velada atormentando con sus lamentos a Lord Churston, estrujándole de tanto el brazo, y anunciando a todos los vientos la triste situación en que la muerte de su segundo esposo la dejaba. A James la pareció que la nostalgica viuda en realidad se encontraba más molesta por el hecho de hallarse nuevamente viuda (o sola y desamparada ante el incierto futuro, como furiosamente anunciaba), que por la pérdida del hombre en sí. No estaba del todo seguro, pero cuando le oyó afirmar férreamente que estaba maldita y que no hacía más que perder hombres, uno tras otro, el joven Duque creyó que su apreciación inicial no era nada errónea.

Del otro lado de Lord Churston, el pobre barón tampoco podría haber conseguido algo de ayuda que lo salvase del tortuoso lamento de la duquesa viuda, ya que allí se hallaba Lady Prudence, demasiado ocupada intentando sin resultados que su tía, absorta en sus recuerdos, y con la mirada perdida y melancólica, comiese algo; mientras que más allá, el abogado de los St Albain, el señor Barrister, junto a el señor Arnold Gibbon intentaban pasar lo más desapercibidos posible, manteniendo una conversación insustancial y en bajo tono, probablemente rogando al cielo, quizás tanto o más que el mismo James, que aquella cena al fin acabase y se pudieran todos marchar de aquella casa de orates.

Gracias a Dios, y a la firme y certera decisión de Prudence, al acabar los quesos y frutas, la joven los invitó a pasar directamente a la biblioteca, sin detenerse en las bebidas y cigarros que usualmente tomaban los hombres a solas en el comedor, tras la salida de las damas.

Así, rápidamente el grupo se vio conducido a una bellísima recámara, decorada en tonos de verde musgo y muebles de caoba. Si bien las cortinas estaban corridas, se podía adivinar fácilmente que tras la pesada tela se encontraban enormes ventanales que ofrecerían la vista al bosque que rodeaba la casa, si se les permitiese.

El resto de las paredes se hallaban recubiertas por completo con estanterías que llegaban hasta el techo, repletas de libros y tomos. Desgastados y nuevos, se dejaban ver los lomos de los mejores volúmenes de los grandes clásicos de la literatura.

Al notar la inmediata atracción que produjo la colección en sus visitas, Lady Prudence aprovechó de comentar con nostalgia que su padre había sido un hombre muy erudito y gran aficionado a los clásicos, y especialmente de las grandes tragedias griegas, por lo que muy joven había comenzado con su colección, entre las que se contaban cuantas ediciones pudiese hallar de sus obras favoritas.

-Este, por ejemplo-indicó entonces la joven hacia el librero más próximo-. Contiene las obras más preciadas por el duque. Está por completo dedicado a las obras de Homero. La Iliada y La Odisea eran sus favoritas y las reunió en distintos formatos e idiomas.

El señor Gibbon se acercó y tomó uno de los tomos para examinarlos, permitiendo a Lord Churton observar a su lado, por sobre uno de sus hombros.

La PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora