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Apenas llegado a la ciudad, decidió instalarse en sus apartamentos de soltero en St James Street.

Si bien disfrutaba del tiempo compartido con el Barón, no era su costumbre pasar largas temporadas con una familia numerosa y alborotada como le resultó la del fallecido duque de St. Albans.

Además, la estadía en Bestwood Park se había extendido varias semanas más de lo que había planeado en un inicio, por lo que tenía asuntos que atender.

Se despidió de John antes de descender del carruaje que lo dejó fuera de su edificio, concertando una pronta cita, a modo de rechazar, sin herir los sentimientos del Barón,  su insistente invitación para que James se hospedase con él el resto de la temporada.

Al fin solo, lo primero que hizo antes de tomar un buen baño y ponerse ropa limpia, fue enviar a su sirviente con una nota para su sobrina, Lady Temperance Hardinge, baronesa de Penshurt, anunciando su regreso a la ciudad.

Requería hablar con urgencia con ella para ponerla al tanto de las novedades relacionadas a su estado civil. La partida de su compromiso pronto aparecería publicada en el periódico y no deseaba que su familiar más cercana se enterase por boca de alguien más que no fuese él mismo, tanto por que su cercana relación así lo ameritaba, como por que la dulce joven le reprocharía tal ofensa.

Aun se calzaba el pañuelo, apenas alistado, cuando su ayudacámara anunció la llegada de una respuesta. La dama requería con urgencia su presencia en Derby's Mannor, la residencia en la que la Joven se hospedaba junto a su esposo, de propiedad del primo de éste, Lord Derby.

Por su puesto, James partió de inmediato a Mayfair Street, en la que se ubicaba la pomposa residencia de ciudad del Conde de Derby.

Temperance era una muchacha aun muy joven, que había acabado casada luego de su primera temporada en sociedad con un libertino y joven barón, que daba la casualidad, se trataba del némesis de la infancia de James. Por poco habría estado convencido de que la unión solo se había realizado como una más de las pesadas bromas que Hardinge le hacía, pero sin demora, al intervenir el mismo en la vida del esposo de su sobrina, comprendió que el barón tenía suficientes problemas de los que ocuparse, y que molestarle casándose deliberadamente con su sobrina, no sería en caso alguno una prioridad en sus quehaceres.

Muy por el contrario, la unión entre Temperance y el barón había sido todo menos que algo fríamente calculado.  Una extraña confusión había terminado poniéndolos en una comprometedora situación, que únicamente pudo resarcirse con la inminente boda.

James había recibido la noticia al otro al lado del canal. Como un balde de agua fría, mientras disfrutaba en Francia de una de las cenas diplomáticas a las que había asistido en misión de su majestad. De inmediato había regresado a Inglaterra, y sin apenas detenerse logró llegar a Bath, la ciudad en que se formalizaría la unión, la misma mañana de la boda, justo a tiempo para entregar a su sobrina al altar.

Huérfanos desde la infancia, el duque y su sobrina siempre habían sido muy cercanos. Él guardaba un entrañable cariño por ella. Su dulce carácter y compasivo temperamento hacían que se inclinase a protegerla y cuidarla.  Era como si de su hermana pequeña se tratase, y si bien él había hecho su vida lejos, con frecuencia la visitaba en casa de lady Manners, la tía de ambos que había criado a la joven. Por lo mismo, en un comienzo no le había gustado para nada verla unida a aquél hombre, adicto a las noches de juergas y a la vida despilfarradora.

James no era ningún remilgado, pero deseaba para su querida sobrina una vida plena y satisfactoria y no los pesares que un libertino podría darle a su esposa. Pero, para buena fortuna de la joven y la tranquilidad de su tío, hasta el momento Hardinge había abandonado sus viejas costumbres, reformando su mal actuar y sentando cabeza como un buen esposo. Podía sentirse  satisfecho de lo que veía: una relación amistosa y afectuosa, por lo que recordaba haber visto antes de marcharse de Londres, se había forjado entre los barones.

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