James, que había comenzado a beber un sorbo de su jerez, perdió la coordinación al oír las últimas palabras que anunciaba su antiguo tutor, y sin poder contenerse acabó escupiendo todo el líquido que mantenía en su boca sobre la cara de un completamente inocente y sorprendido señor Gibbon, que había decidido, para su infortunio, sentarse a su lado. Sorprendido ante tal injusto ataque, debió levantarse de un salto para limpiar su rostro y sus castaños rizos, ahora cubiertos con vino añejo y saliva del duque.
-Lo siento- murmuró James, distraído mientras también se ponía en pie y sacaba un pañuelo del interior de su chaqueta para ayudarlo. Se lo tendió sin verlo con el rostro vuelto hacia John- ¿Estás bromeando? Porque, si es así, no me parece divertido.
Prudence, que no esperaba la respuesta que había recibido a su pregunta, deseó gritarle tanto al albacea de su padre como al ridículo duque con el que pretendían que se desposara. Por un instante, odió al joven por haber actuado desde su llegada, fingiendo desconocer la treta que el Barón Churston se traía entre manos. Pero pronto, al ver la torpe y natural reacción de sorpresa ante las noticias, imaginó que tampoco estaba informado hasta entonces. Rodó los ojos, cansada.
-Bien, - bufó en cambio, ya sin deseo alguno de obtener información. Escarbar en los deseos de su padre iba de mal en peor-. Podría haber sido peor...
James se volteó hacia ella con gesto ofendido y una ceja en alto.
-Tranquila,- anunció, molesto- Es solo una mala broma de John, nada más...
La joven se cruzó de brazos, viéndole desafiante.
-No puede ser tan ingenuo, mi Lord -se burló, hastiada-. ¿Para qué lo habría traído con él si no es cierto?
James interrogó a Lord Churston con la mirada, y éste asintió, con una traviesa sonrisa en el rostro, por toda respuesta.
-¿Y crees que fue una buena idea habérmelo dicho de esta forma?- bufó al ver en el rostro de su querido amigo, la verdad.
Lamentablemente, James había perdido en la infancia la capacidad de molestarse con Churston. Le quería demasiado como para enojarse realmente, y el Barón lo sabía bien.
-No creo que sea la peor forma...- dijo el Barón con inicencia, hundiéndose de hombros.
Prudence asintió, totalmente vencida, y tras hundirse de hombros, se retiró de la biblioteca sin despedirse de nadie.
-Si, estoy seguro de que te ha parecido divertido-bufó nuevamente James, una vez la joven hubo ofrecido un fuerte portazo tras ella. En apenas unas zancadas llegó hasta la licorera y llenó con ímpetu su copa con un trago algo más fuerte que el jerez que había escupido-. ¡Te has estado riendo de mí por días!
Esta vez, el Barón no escondió una divertida risa, siendo inmediatamente secundado por Gibbon y Barrister quienes, al parecer, habrían estado al tanto de las disposiciones del fallecido duque desde antes de la reunión.
James, al verse rodeado de traidores, se dejó caer cansinamente en un sillón de un cuerpo junto a la chimenea, bebiéndose de un trago el líquido ambarino que brillaba en su copa.
-No puedo creer que, ahora que has presenciado su carácter, estés de acuerdo con la ridícula idea que tuvo mi padre hace casi 20 años...
John rió aún más fuerte y James supo que no había nada que pudiera hacer para librarse de su destino, ni al menos evitar que su amigo lo disfrutara.
***
Prudence se calzó su capa y salió a dar un paseo. El aire se le acumulaba en los pulmones, ahogándole incontrolablemente. Sentía que su pecho le apretaba y que su cabeza estallaría.
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La Prometida
Historical FictionLord James Hamilton, el joven Duque de Hamilton, disfruta de la temporada social como de costumbre cuando es solicitado con urgencia por el Barón Churston, su gran amigo y antiguo tutor legal, para realizar juntos una visita a la finca familiar del...