ocho

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-No sé si queremos oír noticias que vengan de ti, John- se levantó James, bromeando-. Aún no somos capaces de digerir la última que nos diste...

El barón Churston rió de buena gana, pero Prudence rodó los ojos, recobrando su habitual frialdad, y poniéndose en pie también.

-Creo que esta vez, las noticias los alegrarán- anunció Churston, intercambiando una mirada divertida con James-. He decidido que ya es hora de vuestra presentación en sociedad como prometidos. El señor Gibbon se encargará de hacer llegar las publicaciones al London's gazette, y en unos días debutarán como pareja oficial en el baile que ofrecerán Lord y Lady Penshurt.

-¿Temperance?- se trataba de su sobrina, prácticamente su única pariente viva. La joven siempre había sido muy tímida y sencilla, por lo que resultaba difícil imaginarla orquestando un baile- ¡No puedo creerlo!

-Pues los barones han de tener algo bueno que celebrar, pues esta mañana ha llegado la invitación- comentó John, animado.- ¡Ofrecerán un baile, ni más ni menos! Y eso que solo al inicio de la temporada han ofrecido un maravilloso baile de debutante por la hermana del Barón.

James asintió. Recordaba muy bien lo ansiosa y preocupada que había estado su sobrina, y lo bien que había resultado todo. Además contaba con la ayuda del primo de Charles, el Conde de Derby y su esposa, con quienes se hospedaban en Londres.

Una fugaz idea cruzó por su mente al recordar la última ocasión en que se reuniera con ellos: el bautizo del heredero de Derby. ¿Podría ser que...?

Al parecer la imagen en su mente se materializó en su rostro, por que Churston lo inspeccionó con una ceja en alto.

-¿Tienes asuntos que atender en Londres, James?-

Había usado aquél tono entre divertido y de regalo con el que lo interrogaba cuando era un niño.

James soltó una carcajada, negando con la cabeza.

-John,  sabes que no tengo asuntos pendientes de ningún tipo inapropiado, soy un hombre comprometido.

Prudence, que hasta entonces había mantenido la mirada en el suelo, alzó la vista con una sonrisa fingida. La noticia le había caído como un golpe seco en la boca del estómago y apenas lograba procesarla.

- ¡Y ahora, todo Londres se enterará de eso!-. continuó Lord Churston, satisfecho- Daremos
un baile de celebración del compromiso. Planearemos todo una vez estemos instalados en la ciudad. ¡El campo ya me ha agotado, hijo! Es hora de que regresemos.

James y el Barón parecían satisfechos con la idea y bromearon al respecto, pero Prudence sintió una puñalada de aire frío atravesar su pecho. Por un momento creyó que no podría volver a respirar nunca más en su vida, y sintió la necesidad de escabullirse del estudio de inmediato.

-¿Estás bien?- le llamó James, pero su voz apenas era un eco lejano.

Mareada, asintió con la cabeza como única respuesta, y lanzó una excusa apenas audible antes de correr por el pasillo. Sentía náuseas y un nudo terrible aprisionaba su pecho y quemaba su garganta. Se encerró en su habitación, que por suerte se hallaba vacía y, apoyada en el umbral de la ventana, intentó respirar.

El corsé le cortaba el aire y se sintió desfallecer. Anunciar el compromiso no estaba en sus planes. Regresar a Londres tan pronto no estaba en sus planes. No estaba lista. Sabía que lo volvería a ver. Se encontrarían en el maldito baile de la sobrina de James (o quién diablos fuera la muchacha), o en cualquier otro, y no tendría la fuerza, no tendría el valor. No tenía la fuerza para despedirse de aquél amor secreto que tanto la había apasionado el último tiempo, que con tanto anhelo había guardado en su corazón. Le dolía terriblemente perderlo.

La PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora