O (OJERAS Y VERDADES)

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La pequeña parada de puntitas se aferraba al cuello de su padre. Este la separo por un momento y la observo fijamente.

-Ojerosa igual que tu padre - le dijo Isaza con una mano en su mejilla, la pequeña solo desvió la mirada y una sonrisa se formó en su boca. - No puedo creerlo, ¿Por qué tu madre no me dijo nada? ¿Dónde está ella? ¿Te dejo venir? - Isaza empezó a soltar preguntas a lo estúpido.

-No - dijo cabizbaja y la sonrisa se le esfumó. Isaza tomó aire y soltó un suspiro.

-Tengo que llevarte con ella o va a matarnos a los dos - dijo tomando las llaves del auto y cerrando la puerta. La pequeña no se movía. Sus labios se apretaban y su nariz temblaba. - Ven, sabes dónde está ¿cierto? - dijo levantándole la carita, ella solamente asintió tratando de calmarse - bien. Vamos. - dijo cargándola para que pudieran salir del edificio. - Y bien, ¿Dónde vives con mami? - dijo abrochándole el cinturón de seguridad.

-Mama no está en la casa - dijo poniendo sus manos entre las piernas.

-Pero va a volver? - le preguntó.

-No. No hay donde volver - la pequeña no lo miraba.

-Cómo que no hay donde volver? ¿Dónde está tu madre? - Isaza ni siquiera podía llamarla por su nombre. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron.

-En el panteón del centro - Isaza se heló con esas palabras.

-Lo siento - dijo y la pequeña se echó a llorar. Isaza solo la abrazó, el cuerpo de la pequeña no dejaba de temblar - Pero entonces quién te cuida? - dijo al separarse.

-Fue hace 5 días. Estuve con los bomberos - dijo mirando hacia el techo.

-Entiendo. ¿Y no hay nadie más? ¿Qué hay de sus hermanos? - la pequeña lo volteó a ver con una expresión de horror en la cara.

-No. Por favor quiero quedarme contigo - alzó sus brazos hacia el mayor y vio su cara con un ceño fruncido - tu no me quieres contigo... ¿verdad? - su vocecita se quebraba.

-No amor no es eso. Hace 5 minutos ni siquiera sabía que existías y ahora te adoro más que a cualquier otra cosa... pero - lo interrumpió.

-Lo sabía! ¡No me quieres contigo! - se esforzó por no llorar, pero fracaso.

-Claro que te quiero conmigo! - le quito el cinturón y la abrazó contra su pecho - solo que no podré darte una vida digna. No tengo trabajo. No tengo dinero. No tengo nada. No puedo ofrecerte nada.

-Yo solo quiero estar contigo – la pequeña le abrazó por el cuello. Isaza sabía que tenía que salir adelante. Esta vez no por él, sino por su hija.

La hija de IsazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora