-Isabel, Isabel ¿Qué sucedido? ¿Qué hacías aquí? Mi bebé, estaba tan preocupado, pensé que te había perdido - Isaza la estrujó contra su pecho dejando caer algunas lágrimas.
-Pernodame pap... Isaza - dijo conteniéndose las ganas de llorar al llamarle de esa forma.
-¿Porqué me llamas así? - el mayor le miró a los ojos rompiendo el abrazo.
-Me dijiste que dejara de llamarte papi... me gritaste que me largara... por eso me fui...- sus ojos se cristalizaban y apenas podía dejar las palabras salir de su boca, salió corriendo mientras Isaza estaba petrificado.
-Isabel - le gritó Isaza haciendo que volteara a verlo mientras aún corría haciéndole chocar con alguien.
-Isa, tranquila, estamos aquí - Le dijo Martín sosteniéndola de los hombros.
Respiraba cortado, evitando que las lágrimas acumuladas bajo sus ojos cayeran, sintió una mano en el hombro, no tardó en reconocerla, era su padre, sus lágrimas se congelaron sintiéndose insuficientes, al igual que ella misma. De nuevo un abrazo la envolvió, su cuerpo se debilitó, si no fuera por lo brazos que aún la estrujan, habría caído al suelo. Nadie dijo nada. En ese momento no era necesario decir palabra.
Cuando Isabel estuvo más calmada por fin pudo pensar en cómo expresar lo que sentía. Estaba muy confundida. Por un lado, sentía que su padre la odiaba, pero su abrazo le decía todo lo contrario. - Papi... puedo llamarte así? - dijo ganándose la mirada aún confusa del mayor.
-Claro que si mi vida, yo nunca me molestaría por algo así - le dijo mirándola fijamente a los ojos.
-Es que anoche... tú dijiste... y yo... solo... perdón... - aunque ahora si quería llorar no tenía más lágrimas. Había llorado tanto anoche que parecía estar seca - perdón por solo traerte problemas - estás palabras asombraron no solo a Isaza, sino a todos los presentes - Perdóname por ser un dolor de cabeza, perdón por ser tu hija, mereces algo mejor - estaba destruida, le dolía admitir que había arruinado la vida de su padre. Le dolía pensar que lo peor que pudo hacer fue buscarlo - debí quedarme con ellos, debí quedarme con mis tíos y dejarte ser feliz... arruine tu vida y lo siento - sollozaba mientras terminaba de rodillas en el suelo sin una gota de fuerza en el cuerpo.
Todos estaban en shock, más Isaza que no podía imaginar porque su hija se sentía así. Movía la boca, pero no salía nada de ella, cuando por fin pudo articular palabra le levanto la cara y ver su expresión tan arrepentida le partió el corazón en mil pedazos - Eres lo mejor que me pasó en la vida, nunca jamás pienses lo contrario, te amo más que nada en este mundo, y si no fuera por ti, nada en este universo tendría sentido.
-Pero tú dijiste... - Isabel seguía con las palabras que le gritó incrustadas.
-Isabel... lo que escuchaste pasó en un sueño, en una pesadilla donde te arrebataban de mi lado. Fue tanta mi impotencia que de seguro debí gritarlo... lucharé por ti cada día de mi vida, somos un equipo, ¿Recuerdas? Somos una familia, y nada ni nadie nos va a separar - Isabel abría los ojos más grandes a cada instante.
-Entonces no estás enojado? - Dijo sonriendo un poco.
-No.
-¿Vamos a estar juntos siempre?
-Si.
-¿Todo lo que dijiste anoche era un sueño? - su sonrisa era cada pregunta más grande.
-Si.
-¿No tengo que irme a la puta mierda? - todos rieron al escuchar esto último.
-No, y no vuelvas a repetir lo que dice papá - Terminó riendo y la cargo para poder irse a casa.
-Y pensé que yo sería la mala influencia - se entrometió Martín en la plática.
-No me he olvidado del mechón azul, Marto - dijo señalándolo cómicamente amenazante.
-Y no te ha dicho del tatuaje - le dijo Isabel haciendo que la volteara a ver - es broma, es broma - se rio al ver la cara de su padre y todos terminaron riendo. Ya nada podría salir mal.
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La hija de Isaza
Hayran KurguPapi... Somos un equipo. Cuando Isaza dijo que 11 besos era una canción de cuna no deje de pensar en que pasaría si tuviera una hija, esta historia pasa en un futuro distante y alternativo.