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¿Está más calmada mi amor? –le dijo Armando con evidente tono de preocupación-

Sí, amor. Me sirvió de mucho descargar mi pena. Y la verdad, a pesar de que la noticia me afectó, no puedo sumirme en la desdicha. Puede que tenga razón y solo no era el tiempo indicado. Además, cariño ¿Cómo le explicaría a mis padres? Creo que me hubieran juzgado duramente. Y prefiero que esto que nos pasó, quede en estricta reserva –dijo Beatriz-

Querida, este tema no volverá a salía a la luz si tu así lo dispones. Pero ahora, por favor, pensemos en cosas más amables ¿te parece? –dijo Armando tratando de no pensar en ello-

Tienes razón, hay cosas gratas en la vida, como pensar en que ahora seré yo la que se casará contigo –y al fin esbozó una sonrisa tenue-

Y me siento el hombre más afortunado por ello. Beatriz, no te imaginas el valor que tu tienes para mí. Estas por encima de todas las mujeres y. serás la única –dijo Armando-

Ella sintió dicha al escuchar esas palabras. Pero rió bobamente ante lo último. Sin duda, le hacía mucho eco, que un hombre como Armando, que ha sido toda su vida un picaflor, estando con las mejores mujeres de Colombia, las más bellas y cotizadas, le diga en su cara que será la única. Era algo de no creer.

¿Cómo le gustaría que fuera nuestra boda, Betty? ¿Ha pensado en ello? –Inquirió Armando-

La verdad es que siempre creí que me quedaría soltera. Ese era mi destino. Claro, hasta que usted se fijó en mí –rió Beatriz-

A mí me gustaría que nos casáramos frente al mar, en una ceremonia intima, en la que solo estén presentes nuestras personas más allegadas, nuestros amigos. Al atardecer. Usted completamente de blanco, descalza por la arena y yo, en esa playa esperándola en el altar –dijo Armando saliendo de la ensoñación-

Mientras, Beatriz, lo miraba con ternura. Los ojos de Armando brillaban al imaginar cómo sería su vida al lado de Betty. Sin duda, la amaba mas allá de cualquier expresión que pudieran proferir sus labios.

El maramo el mar, doctor. Casarnos frente a élsería un sueño –dijo Beatriz-

Cariño, desde hoy, quiero que te coloques en el dedo el anillo que te obsequié. Para demostrar ante los demás, que nuestra relación es real. La amo Betty –dijo Armando besándole los labios-

Mientras aquello pasaba en la vida de Armando, la vida de Marcela sin él, se veía sombría. Otra vez se sentía sola, abandonada. Esta pérdida la asemejaba a cuando perdió a sus padres. El mismo vacio y desconsuelo por la persona que amas.

Se cuestionaba las tantas veces que había confiado en él, que le había perdonado desde la primera infidelidad, que se había entregado a él, su primera pareja en la vida. Con el cual conoció lo que es el amor. Un amor insano, claro, porque Armando siempre le entregó migajas. Y ella se acostumbró a recibir solo eso. Y ¿de qué sirvió? –se cuestionaba-

Solo la había vuelto una mujer más insegura, más celosa, cada vez menos consciente de sus acciones que, solo menoscababan la poca dignidad que tenía. Acentuando aún más los defectos que odiaba de ella. Esa Marcela frágil, tierna, comprensiva, delicadahabía desaparecido con el paso de los años. Pero en vez de hundirse en la desesperación por no estar a su lado, en vez de seguir rogándole, humillándose, decidió tomar terapia para recuperarse a sí misma, para recuperar su valía, su vida.  Al fin y al cabo, si no lo hacía, dudaba de seguir existiendo.

Decidió no seguir el consejo d su amiga Patricia, quien le había dicho que no podía dar su brazo a torcer y regalar a Armando al garfio ese. No, prefirió recoger sus pedazos rotos y reconstruirse. Pensando en que luego de ese proceso, de esa catarsis interna, llegaría por fin el hombre adecuado. Sí, el que la amaría por lo que ella era. Y al cual no debería andar cuidando de otras, porque sus ojos y todo su ser, solo vibrarían por ella. Teniendo claro su valía y que esperar de la vida.

La mujer que no soñé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora