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Mientras aquello tan maravilloso pasaba en la vida de nuestros protagonistas. El cuartel  de las feas, llegaba en pleno a Ecomoda. Habían convocado junta de cuartel. El chisme estaba de un subido, que Berta llegaba a babear por contar todo lo que había escuchado.

Muchachas es que este chisme es de esos que son para ser enunciados en el periódico con bombos y platillos.

Ayer cuando llegó don Armando y Betty a la empresa, la peliteñida esa de la Patricia los saludo, o más bien saludó a don Armando y como siempre, trato de garfio a Betty. La cosa es que don Armando le dijo a la peliteñida que debía respetar a Beatriz porque ella era su esposa.

¡Su esposa! ¡Pero como así Berta! - gritaba el cuartel en el baño-

Yo lo escuché con estos oídos. Y ustedes saben el nivel de recepción auditiva que me gasto - dijo Berta muy orgullosa-

¿Entonces Betty se casó con don Armando? - dijo Sandra-

¡Ay, es que si eso es verdad, lo que siento es una envidia! - dijo Aura Maria-

¡Cállese, Aura Maria por Dios! - dijo Inés.

¡Ay, Inesita! Es que don Armando si es mucho papasito. Quizás qué cosas le hizo Betty para atraparlo - decía Aura imaginándoselo, saboreando la sensación-

¿Se acuerdan del día en que se fueron raudos de Ecomoda? ¿El día que vimos como papel a Beatriz, Sofía? - dijo Berta-

Claro, fue el día de la junta. Y que me dice de la salida tan extraña de Betty y la descabezada de Don Armando. Y el escándalo que tenía en la oficina con doña Marcela - dijo Sofía-

Entonces fue por ella la cancelación del matrimonio con doña Marcela. Claro y después ese viaje misterioso al extranjero - deducía Aura Maria-

Con razón doña Marcela anda como alma en pena muchachas. Si ella soñaba con casarse con don Armando. Ahora mínimo esa señora se muere del estrés - dijo Mariana-

Hay muchachas definitivamente esto es como para misión imposible. Tenemos mucho trabajo.
Se me hace agua la boca por saber como fue su romance - dijo Berta-

¿Se imaginan lo que le dijo a la peliteñida ayer?
No puedo creer que el garfio ese me robó el amor de Armando. ¡Y tampoco que haya acabado con mis planes de matrimonio! - decía en forma de burla Sofía-

¿Se siente bien Sofía? - dijo Marcela entrando al baño-

¡Ay, doña Marcela! Como que me estoy sintiendo mal - dijo Sofía quejándose-

¿Ustedes no tienen nada más que hacer que estar chismeando? - dijo Marcela-

Doña Marcela, pero no hablábamos de usted - se excusaba Sofía-

¡Se perfectamente que hablaban de mi! ¡Acaso cree que soy imbecil! ¡Sé que soy la comidilla de ustedes en los corredores!
Pero una cosa les advierto: ¡si tienen algo que decirme, me lo dicen de frente! ¡Ahora a trabajar! - grito histérica Marcela-

Mucha inmunda. Que no pueda tener la lengua quieta. ¡Señor! ¡Tierra trágame! - decía Sofía saliendo del baño junto al cuartel-

Mientras Marcela estaba que se la llevaba el diablo a causa de ese chisme de corredor.
Patricia corrió tras ella y la alcanzó en su oficina.

Marce, ¿qué es lo que pasa ahora? ¿Qué es todo ese escándalo? - decía Patricia-

Las brujas esas del cuartel estaban rajando de mí en el baño de la empresa Patricia. - decía Marcela a modo de desahogo-

Qué tal las inmundas, las crecidas, las mechas de trapo. Venir a insultarte y en tu empresa Marce. Pero tú cómo fuiste a permitir eso. Yo las hecho Marce, las hecho. - decía Patricia-

¡Claro Patricia! pero que sapiencia la tuya, realmente me sorprendes. Las echamos. ¡Y luego que! ¿Una demanda de parte de todas por despido injustificado? - decía Marcela-

Key, key, Marce, ya entendí. No puedes hacer eso. Pero amiga por favor. Tu contra Betty. Ella no tiene nada que hacer. - decía Patricia-

¡Patricia, por Dios! ¿Acaso no te quedó claro? Beatriz está embarazada y, contra eso no tengo argumento.
Además no entiendo: Yo muchas veces le pedí un hijo a Armando. Siempre le dije que esa sería la prueba fehaciente, la prueba máxima de nuestro amor. Pero el jamás accedió. Siempre, siempre que tuvimos relaciones se empeñó por cuidarse. Jamás quiso un hijo de los dos en estos cuatro años de relación.
Y ahora... ahora aparece ella y en un par de meses se casa con ella y... y ya la tiene embarazada, sin importarle nada. ¡A él ya no le importa nada Patricia! - decía Marcela totalmente molesta -

Yo sigo insistiendo Marce, ese garfio algo le dio. Alguna foto le chuzó. Algún bebedizo le dio. De otra manera no me explico como amiga. - decía Patricia-

Sabes, ya no quiero escuchar más. Siento que la cabeza me va a estallar
-dijo Marcela tomando su cartera y su chaqueta-

¡Marce! ¡Marce! ¿Qué vas a hacer? ¿Para donde vas? - dijo intrigada Patricia-

A mi apartamento. Necesito pensar. Desconectarme. Permiso. Ah, y deja la puerta cerrada cuando salgas de aquí - dijo Marcela con evidente desgano-

¡Marce, espera Marce! Por lo menos déjame plata para el taxi. Conduélete de tu amiga pobre. - decía Patricia-

¡Ay que cruz! ¡Por qué Dios me la tuvo que poner en frente!
Esta bien, pero es la última vez que te presto plata ¿entendiste? - dijo Marcela-

Si, Marce...
en la quincena te lo pago - dijo Patricia casi susurrando cerrando la puerta tras de sí-

Mientras Marcela salía a toda velocidad desde el parqueadero de Ecomoda. Solo quería desaparecer, perderse. Las lágrimas brotaban de sus bellos ojos.

Y a pesar de la terapia a la que asistía todas las semanas. Aún no lograba erradicar de su corazón a Armando. Y creía nunca poder hacerlo.
Estos cuatro meses en que él estuvo fuera del país, lejos de ella, fueron una tortura. Pasaba los días pensándolo, culpándolo por la falta de amor, de interés y culpando a Beatriz de zorra, de fácil. Pensando desde cuando se burlaban de ella.

¡Maldita desgraciada! ¡Maldita Celestina! - decía en su mente-

Pero ya no tenía absolutamente ninguna chance de que Armando la amara. Él mismo se lo dijo antes de irse del país. Pero ella no era capaz aún de asimilarlo.
Al llegar al apartamento, fue a su bar y se sirvió un whisky, intentando ahogar sus penas, evadirse de la realidad, de la soledad a la que estaba sometida desde que él la dejó. Llorando su desgracia al son de música melancólica, agarrando aquella foto juntos contra su pecho. Y de tanto llorar, al fin quedar profundamente dormida, tirada en su sofá.

La mujer que no soñé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora