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A eso de las siete de la tarde y ante la insistencia del teléfono. Era Nicolás, reportándole las suculentas ganancias en la bolsa de valores.

Por lo menos una buena noticia en el día, Nicolás –dijo Beatriz suspirando-

¿Y eso por qué o que, Betty? –Preguntó Nicolás-

¡Ay, Nicolás! Porque acá todo está hecho un caldero. Sobre todo por doña Marcela. Está internada. Y eso dejó a Don Armando muy mal.  Pero ya no pregunte más ¿sí? – Dijo Betty-

Y Betty, cuando vendrá a ver a don Gérmenes y a doña Julia. Los tiene bien tirados usted –dijo Nicolás a modo de regaño-

Con todo el alboroto y la preparación para la Junta, ni he tenido tiempo de hablarles. Dígales, por favor, que les extraño y les mando besos. Ya tengo que irme, cuídese, Nicolás –dijo Betty y colgó-

Al salir de Ecomoda, tomó un taxi hacia su apartamento. Al llegar estaba Armando sentado en la sala hablando al teléfono. Supremamente exaltado. ¡Y era Margarita la que lo había sacado de casillas! Estaba presionándolo a volver con Marcela, ya que se había enterado de su estado. E intentaba disuadirlo de su decisión. Además de contarle que esa noche viajaría desde Londres para lo de la Junta. Dejando a Armando, con el nerviosismo a flor de piel.

Al colgar el teléfono y ver que Beatriz había llegado, corrió a abrazarla.

Mi amor, al fin llega –dijo Armando algo acongojado-

Veo que los problemas siguen doctor. Doña Margarita sigue presionándolo ¿no?- le dijo Betty-

A usted no se lo puedo ocultar. Sí, y estaba pidiéndome explicaciones por mi término con Marcela. Sí, sé que es mi madre y la respeto. Pero odio que quiera controlar todo lo que hago. Me dijo que si no me casaba con Marcela, Ecomoda se dividiría. Y usted sabe que ese es el sueño de Daniel: dividir capitales y formar su propia empresa. Y en este momento eso no se puede hacer. Ecomoda está en su poder Betty –decía Armando-

Mis padres llegan mañana y el cretino de Daniel, acaba de indisponerme para con ellos. Él fue el que les fue con el chisme de que Marcela estaba internada. ¡Maldito Daniel Valencia! –Decía Armando entre dientes-

Doctor, cálmese, por favor – decía Betty-

Beatriz, por primera vez estoy atado de manos. No sé qué hacer –dijo Armando angustiado-

Beatriz suspiró y dijo:

Finalmente yo sabía, estaba muy consciente de que esto no duraría mucho; nuestra relación. Sería solo un paréntesis, una aventura sin conclusión. –dijo Beatriz con evidente pena-

No, Beatriz, no diga eso. Usted es la luz, en medio de mi oscura vida. Mi ángel. Primero me muero antes de dejarla. Usted para mí, no es una simple mujer a la cual usar y luego desechar. ¡No, Betty! Yo me proyecto a su lado. Lo único de lo que no tengo dudas es de este amor que siento por usted.

Le prometí que estaría con usted, pase lo que pase y pienso cumplir con eso, pero la necesito firme a mi lado. Ya verá como la espesa niebla en la que nos encontramos se disipa y da paso a un amanecer, pero a su lado, mi amorsolo a su lado – dijo Armando-

Yo confió a ciegas en usted, y de eso le he dado suficientes muestras ¿no es cierto? Solo necesitaba escuchar de sus labios que estaría conmigo. Lo amo tanto, don Armando –dijo Beatriz mientras plasmaba un beso en los labios de él-

¿Quiere que prepare algo para que cenemos? –dijo Betty cariñosamente-

No amor. Estoy cansado y sin apetito –dijo Armando-

La mujer que no soñé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora