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En el camino al apartamento pudieron conversar, sobre lo que había pasado.

¿Beatriz estas bien cariño? - le dijo Armando dulcemente-

Si, amor. Es solo que me duele que ni a mis niños, ni a mi nos acepten. Pero tranquilo, quizá sea solo un tema hormonal. El embarazo supongo que afecta las emociones - rio Beatriz-

Armando no daba más de amor. Al fin, el deseo de su corazón, se hacía realidad. Dentro de Betty se gestaba la mayor y más grande prueba de su amor por ella: sus niños.
Lo cual lo hacía sentir el más afortunado hombre sobre la tierra. Y ya se los imaginaba en su regazo, ese aroma a bebé, evocaba recuerdos de su hermana menor, Camila.

¿En que piensas tanto cariño? - le dijo Betty-

En que la amo, Betty. Soy tan afortunado de tenerla a mi lado. De que a pesar de mis incontables defectos, tu encontrarás virtudes en mi y me permitieras ser algo más allá de tu esposo. El regalo que se gesta en ti es incalculable para mi. - dijo Armando exteriorizando el sentir de su corazón-

Siempre te lo he dicho y en este momento lo repito Armando: Eres el hombre de mi vida. No hubiera podido dar con ninguno mejor. Ninguno más dulce, ninguno que me llene como tú me llenas el corazón. Despiertas tantas emociones en mi. Armando tú completas las piezas de mi puzzle. De mi existir. Te amo cariño - dijo ella con un suspiro-

Llegaron al apartamento cansados de su intenso día. No habían descansado lo suficiente. Fueron quince horas y pico de vuelo, además del cúmulo de emociones experimentadas. Estaban agotados. Así es que buscaron sus pijamas y luego de hacer la cama, por fin pudieron tenderse a descansar. Quedando profundamente dormidos ante la intensidad de su día.

Amanecía en Colombia. Amanecían abrazados, fundiéndose, reconociéndose. Ese calor exquisito que te entrega el ser amado, del cual eres víctima en las mañanas, impidiéndote que pienses siquiera el levantarte.
Esa sensación experimentaba Armando, el aroma de Beatriz, su calor, su contacto lo hacían volar a lugares insospechados.

El sol daba en la ventana del cuarto. Llegándole los tenues rayos del amanecer al rostro. Parecía un ángel durmiendo. Su rostro, su piel tersa. Esa belleza que lo cautivaba. Su mujer, su Betty era una diosa. Y en un impulso, se puso a jugar con su pelo. Acariciando su cara. Ante aquel tacto, ella despertó.

Mi amor, ya amaneció. Hay que levantarse y ducharse querida -dijo Armando-

¡Ay, no ! mi amor, quedémonos un ratito más en la cama. Aún tengo sueño ¿si? - dijo Betty con voz dulce -

Armando la miró. Tan regalona usted ¿no? Venga para acá - le dijo él mientras le hacía cosquillas provocándole risa-

Jugaron y regalonearon un rato en aquella cama. Luego de eso Armando fue a ducharse. Dejándola dormir un momento más.

Al volver, suavemente la tomó en brazos llevándola a la ducha.

Si necesitas ayuda, me avisas ¿de acuerdo? - dijo Armando en tono picarón imaginando ser el jabón-

Esta bien cariño - le dijo ella-

Volvió a la habitación y se vistió. De camisa y pantalón de vestir. Algo más informal que de costumbre. Inundando la habitación con su perfume... Fahrenheit, de Christian Dior.

¡Que aroma más delicioso! Tu fragancia me fascina Armando - le dijo Beatriz mientras plasmaba un beso en sus labios-

¿Tienes algún plan para hoy? - le dijo él-

Si. Debo pedir hora con mi ginecóloga. Para hacer la ecografía y saber cómo va todo. - dijo ella-

Mientras ,Armando, preparaba el desayuno, Beatriz, llamaba a la consulta.

La mujer que no soñé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora