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Después de un viaje de cerca de trece horas, arribaron a eso de las doce de la noche por algunos retrasos, al Aeropuerto Internacional de Ginebra.

Beatriz, estaba impresionada por la excelencia de esta instalación aeroportuaria y las grandes conexiones que tenía con la ciudad. Además de ser una ciudad muy segura, gracias a la eficiencia de su policía.

Camila los esperaba. Al verlos, sintió gran emoción. Su hermano finalmente había llegado para verla. Se abrazaron largamente.

Camila, querida mía. Te estriñe tanto -dijo Armando con emoción-

Hermanito, yo a ti. -contestó Camila-

Camila, te presento a Beatriz, mi esposa. -dijo Armando-

¡Te casaste, galán! -dijo entre risas Camila-

Muchísimo gusto. Camila Mendoza. -se presentó ella-

El placer es mío. -dijo Beatriz-

Pero vamos, ya es tarde y Aníbal nos espera en el carro. Ya tendrán tiempo de contarme todo. -dijo Camila tomando el brazo de su hermano-

Al subir al carro, se saludaron y partieron rumbo a casa de Camila. Ella vivía junto a su esposo e hijo en el sector de Plain Palais. A unos veinte minutos del aeropuerto. Ubicado en la zona centro sur del casco histórico, además de ser una de las zonas más económicas de la ciudad.

Al llegar a la casa, solo deseaban descansar. Por lo qué Camila, les mostró la habitación donde se hospedarían. Les mostró también parte de las instalaciones y el baño. Luego de eso, se despidió de ellos con un largo beso en la mejilla y los dejó descansar.

_Mi amor ¡por fin llegamos! Estoy muerto de cansancio. -dijo Armando mientras se desvestía-

_Si, yo también, Armando, pero me siento ansiosa por conocer la ciudad. -decía Beatriz con ansiedad-

Ambos se lavaron los dientes y luego de eso, se acostaron. Ya habría tiempo de hablar, reencontrarse y conocer más del lugar en el que estaban de visita. Cayendo rendidos, quedando profundamente dormidos.

Amanecía en Ginebra, Suiza. La temperatura oscilaba en escasos cuatro grados Celsius bajo cero. Había mucho frío y estaba nevando. Todo un espectáculo para Betty.

Se levantaron y ducharon, luego de lo cual tomaron desayuno con los anfitriones: Camila, Aníbal y Renato, su sobrino.

_Hola. ¿Qué tal amanecieron? ¿Descansaron bien, queridos? -inquirió Camila-

_Si, hermanita. Gracias. -dijo Armando-

Yo, quería darles las gracias por recibirme tan amablemente a ustedes. Me siento muy complacida de conocerlos finalmente, ya que solo había oído sobre usted. -dijo Beatriz-

_Siéntete bienvenida siempre. Eres parte de esta familia y créeme que me alegra demasiado ver a mi hermano radiante de felicidad junto a ti. Que por cierto eres muy bella. -dijo Camila-

Muchas gracias, es usted también muy bella. -contestó Betty-

_Aníbal ¿puedes creer que mi hermano, por fin sentó cabeza? Beatriz es su esposa. Pero por favor, cuéntenme más ¿cómo se conocieron? ¿Cómo lograste hacer que mi hermano cayera por fin en las redes del amor?. Eso si, pido disculpas si resulta impertinente lo que les pido, eso solo que no he visto en mucho tiempo a este bribón. -dijo Camila acariciando el rostro de su hermano-

_Bueno, como bien sabes, Beatriz, fue mi secretaria y luego mi asistente. Creo que el trato fue dando con el tiempo una relación de amistad, que luego cuando se alejó de mí por unas vacaciones en Cartagena, me hicieron entender que era ella la mujer con la que quería estar todo el tiempo, compartir mi vida, mí respiración, mi existencia. Y ella, bueno ella correspondió mis afectos. - contaba Armando con emoción-

La mujer que no soñé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora